LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA DE MONROEI.- SANTO DOMINGO Y LA DOCTRINA DE MONROE: PRESENTACIÓN
13 de una nación tan poderosa y de tanta participación en
los problemas del mundo entero, como los Estados Unidos. Este fenómeno
es, desde luego, poco conocido. Porque en definitiva ¿que importancia
puede tener el hecho de que un país tan poco conspicuo como Santo
Domingo haya sido casi siempre la musa inspiradora de la Doctrina de Monroe?
Lo que importa es la Doctrina de Monroe. Y en cuanto al papel de Santo
Domingo en su formación histórica, es cosa que a lo sumo
atañe a los eruditos, a los buscadores de paradojas pare los servicios
de prensa y a a1gun que otro dominicano aficionado a la historia de su
país. 14 era absurdo que le debiera el apellido puesto que Monroe no es apellido
que existe en Santo Domingo. Por eso más bien pudo llamarse Doctrina
de Santo Domingo, nombre que nosotros presentamos como una proposición
formal, seguros de que será adoptado en este magnifico escenario,
si logramos dominar nuestra faena.
Por los años de 1926, un norteamericano may lucido escribió
una obra titulada "Los Americanos en Santo Domingo", en la cual
declaraba lo siguiente: J. Melvyn M. Knight: LOS AMERlCANOS EN
SANTO DOMINGO. Santo Domingo, 15 "Cuan lejos de su extinción estaba el espíritu de interferencia es cosa que se puede descubrir fácilmente al examinar la cuestión de México o la cuestión de Santo Domingo... El caso de México es, sin dada, el mas importante; pues ciertamente es este el que atrajo, en mayor grado, la atención de los historiadores. Pero la relativa novedad envuelta en el estudio de las relaciones Francesas y Españolas con la Republica Dominicana, le imprime un interés peculiar a esta parte de !a narración'(4) Nosotros queremos destacar dos asuntos que se desprenden de esta cita de Perkins. Lo primero es que e1 señala que la cuestión de México atrajo particularmente la atención de los estudiosos. Y es claro. México tiene un lugar en el mundo por el peso de su economía, por la extensión de su territorio y desde luego por la grandiosidad de su proceso historico. Y esto explica, a lo menos en parte, la atracción que siente el historiador por convertir un país tan grandioso y además tan hermoso en materia de sus estudios. Lo que no parece ser el case de Santo Domingo. Pero lo que mas nos llama la atención, y es este el segundo aspecto que nosotros queríamos destacar, es que el propio Perkins, que ha sido sin dada el primero en destacar el papal de Santo Domingo en la formación de lo qua entendemos por Doctrina de Monroe, agoto su entusiasmo en su primer trabajo importante sobre la malaria qua es, por cierto, su obra fundamental y la que le ha acreditado los meritos que se le reconocen. En trabajos posteriores, tal vez después del deleite de la novedad a la que se alude, su interés por Santo Domingo desaparece de una manera qua al curioso le resulta inquietante. Por ejemplo, en su Historia de la Doctrina de Monroe publicada en 1955 y que se presenta come un resumen de la obra en cuatro volúmenes que hemos mencionado antes, Santo Domingo pass come un soplo, de manera tan notoria que da la impresión de que quisiera borrar lo que había dicho antes. Esto mismo se advierte en sus colaboraciones para la "Enciclopedia Americana" edición de 1958 y para la "Enciclopedia Británica" edición de 1971. En la primera se puede seguir paso a paso el papel de Santo (4) Dexter Perkins: LA CUESTION DE SANTO DOMINGO, 1819-1863, Santo Domingo, 1955. Es una traducción del capitulo V de THE MONROE DOCTRINE, 1826-1867, de 1933 16 Domingo en la articulación de la Doctrina, de manera tal que autoriza
a afirmar que este pequeño país ha estado presenté
en el nacimiento, la pasión y la muerte de aquella gran Doctrina.
Sin embargo en su articulo de 1971, Santo Domingo se volatiliza, como
si este distinguido profesor quisiera librar su conciencia del remordimiento
de un antiguo pecado. Es una experiencia que se puede llevar a cabo comparando
ambos textos si a alguien le interesa buscar en los misterios y especular
sobre las motivaciones del corazón humano.
La verdad es que Santo Domingo ostenta quizá demasiado pomposamente
el nombre de República Dominicana. Es, en efecto un país
muy pequeño para tales grandilocuencias: apenas algo mas o menos
de 50 mil kilómetros cuadrados, que viene a ser aproximadamente
ese trozo de la península de Yucatán, en el extremo sur
de México, que es el Estado de Quintana Ron. So1o la población
de la ciudad de México duplica la población total de la
República Dominicana y cobra población para cubrir la de
su capital, Santo Domingo. 17
|