Roque Adames

 

Por: Orlando Jorge Mera (www.orlandojorgemera.com.do)

El fallecimiento de Monseñor Roque Adames, Obispo Emérito, trajo a mi memoria recuerdos, en los que tuve la oportunidad de compartir e intercambiar con él. Su vasta formación religiosa y compromisos con la educación y la ecología, particularmente con el Plan Sierra, fueron características que trazaron su conducta.

Mis recuerdos con él son en el ámbito de dos de sus principales virtudes, la humildad y la solidaridad. A pesar de las importantes posiciones que ocupó, nunca hizo ostentación de las mismas, y siempre fue un ser humano sencillo, de carne y hueso. Fue un hombre solidario, en las buenas y en las malas.

Fui testigo de su solidaridad en momentos muy difíciles para mi familia, particularmente en los finales de la década de los ochenta. En medio de las persecuciones judiciales, con fines políticos, en contra de mi padre, Monseñor Adames estuvo siempre muy atento. Las relaciones entre él y mis padres venían desde hace muchos años, sobre todo a raíz de la decisión de mi madre de donar parte de su herencia paterna al Plan Sierra, un gesto de desprendimiento del cual siempre me sentí muy orgulloso de ella.

Como consecuencia de la salida del país de mi padre en 1987, en la que me ví precisado temporalmente a dejar mis estudios de derecho en la PUCMM, Monseñor Adames tuvo la delicadeza de enviarme una correspondencia, dándome unos sabios consejos muy útiles y que siempre conservo.

El Santo Cura de Ars, citado en la Carta del Papa Benedicto XVI, ha dicho: “Un buen pastor, un pastor según el Corazón de Dios, es el tesoro más grande que el buen Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los dones más preciosos de la misericordia divina…” y concluye “El sacerdote no es sacerdote para sí mismo, sino para vosotros”.

Esto era, es y será, monseñor

Tomado de: El Nacional