Por:
Pedro Domínguez Brito Lo
consideré como una excelente
muestra del genio y del ingenio serrano, pues era oriundo
de Jánico, donde la gente nace sabiendo, con el
octavo curso hecho, al igual que en San José de
las Matas y Sabana Iglesia.
Hablaba
pausado, meciendo las palabras al compás
de su mecedora, y lo hacía como si leyera cuentos,
como un pedagogo consciente de que debía enseñar.
Entre
idea e idea, le brotaba una risa, la cual adornaba sus
expresiones, impregnándole cierto aire infantil.
El
pino perfumaba el ambiente, y las cigarras hacían
un coro casi gregoriano. Era monseñor Roque Adames,
una de las mentes más preclaras de la Iglesia
católica dominicana.
Compartí con él
en varias ocasiones, la mayoría en compañía
del padre Ramón
Dubert, el sacerdote español que murió siendo
un extraordinario dominicano.
Las
conversaciones entre ambos eran verdaderas cátedras
de sabiduría. Nunca antes La Sierra y Galicia
habían estado tan alegremente entrelazadas en
una feria de ocurrencias, talento y conocimiento.
Monseñor
Adames y el padre Dubert tenían
especial interés por los presidentes de asamblea,
siendo el primero el ideólogo para crearlos, para
darles vida dentro de la Iglesia, y siendo el segundo
el principal motor para que se desarrollaran y hoy fueran
una hermosa realidad.
En
un momento de grandes transformaciones y retos, los
presidentes de asamblea
llenaron un espacio
entre los
católicos, experiencia que ha sido asumida ya
por varios países.
También conversaban sobre
literatura, arte, cultura, donde ambos repasaban los últimos
libros famosos aparecidos en el mundo y recordaban los
clásicos.
Nunca olvido, además, un diálogo sobre
la “madre tierra”, donde decían que
debíamos cuidar la naturaleza como a nuestra propia
madre.
Resaltemos
que monseñor Adames
fue el fundador del Plan Sierra, al igual que del periódico
Camino (semanario católico nacional) y de la Plaza
de la Cultura de Santiago.
Fue
obispo de la diócesis
de Santiago y rector de la entonces Universidad Católica
Madre y Maestra, hoy Pontificia. Siempre me impresionó lo
visionario que era este servidor de Cristo.
Monseñor
Roque Adames era obispo emérito,
que significa que ya no tenía responsabilidades
pastorales, aunque podía ofrecer misas.
Su
condición
de Emérito provino cuando
por problemas de salud renunció de su vida religiosa
activa ante el Papa Juan Pablo II.
Como tal, no formaba
parte de la Conferencia Episcopal, aunque se le consultaba
con frecuencia.
Paz a los restos de este gran pastor.
Tomado de: El Caribe
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