Roque Antonio Adames
Rodríguez
fue un observador agudo y un actor principal de la época
que le tocó vivir.
Regresó ordenado
sacerdote en plena Era de Trujillo y fue vigilado desde
el primer momento. Un hombre de
su formación y de sus ideas no podía
ser dejado a su libre albedrío.
Desde
el periódico
Fides dirigió un cambio
de opinión de la feligresía católica
y fue protagonista de la pastoral de la iglesia contra
Trujillo. Ese secreto se lo lleva a la tumba.
Al
ser designado segundo obispo de Santiago, convirtió su
labor pastoral en un monumento a la participación
de los fieles. Con él en el solio episcopal,
la iglesia se abrió a la grey como nunca
antes.
Compartió sus
obligaciones pastorales con la rectoría
de la Universidad Católica Madre y Maestra,
sin dejar de ser profesor de la Universidad Autónoma
de Santo Domingo.
Todos
reconocían que
era el obispo más
preparado de la arquidiócesis dominicana
y el más iluminado por ideas nuevas
que ayudaron a renovar a la iglesia latinoamericana.
Sus
naturales debilidades humanas no manchan
una vida dedicada al conocimiento, a la religiosidad
y a la
promoción
del legado de Cristo.
Hoy que se ha ido, queda el recuerdo de su
obra, de su amor por el campesino criollo,
por su iglesia.
Le
correspondió ser
obispo en tiempos en que la iglesia quería
renovarse y nadie trabajó tanto
como él para que el Evangelio tuviese
sentido para tanta gente. Descanse en paz. atejada@diariolibre.com
Tomado
de: Diario Libre
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