Discursos


En Ocasión Asesinato del Militar Onésimo Varela Mejia, 9 Septiembre 1982.

 

Acudo ante esta tumba abierta para recibir al Segundo Teniente Onésimo Varela Mejía, quien después de 29 años en el Ejército Nacional, cae abatido por balas alevosas que al mismo tiempo que siegan la vida de un honesto militar al servicio de las armas de la república, hieren sentimientos familiares, ciudadanos y conturban no solamente al reciente gobierno en que me honro en presidir, sino a toda la ciudadanía y a toda la república.


No vengo a hablar de las virtudes del Teniente Varela Mejía; sus virtudes están recogidas conjuntamente con sus méritos en la honrosa hoja de servicios que figura en la disciplina jerárquica de la Jefatura del Estado Mayor del Ejército Nacional. Si vengo aquí es, para con mi autoridad, que emerge de mi condición de Presidente de la Republica y Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional y de ciudadano firmemente apegado al respeto, a la vida y a todos los derechos del hombre en todos los momentos de mi existencia, así como a la defensa de la majestad de la justicia, a que hacer valer toda esta autoridad para que el hecho de que ha sido victima este noble soldado sea esclarecido y sus autores reciban el castigo de las penas establecidas y señaladas por nuestros tribunales.

La muerte de este servidor de los Institutos Castrenses, que ha levantado una familia, humilde pero respetada, mueve a grandes reflexiones. ¡Pudiera ser que se le esta lanzando un reto al joven gobierno, como tratando de disminuir la seguridad en los Cuerpos Castrenses en sus relaciones con el gobierno civil que nosotros encabezamos y en el cual tenemos la plena obediencia de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional! ¡Pudiera ser también, que se intenta poner una banderilla para conturbar el animo disciplinado, obediente y respetuoso de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional, que desde antes que el gobierno naciera y posterior a su juramentación se han mantenido en permanente contacto y entendimiento de su misión esencial y de los sagrados deberes del gobierno que presidimos, del mandado constitucional del cual ha sido investido por la voluntad del pueblo dominicano! ¡Pudiera ser que en el fondo se le este planteando un reto a la justicia dominicana! A la justicia debatida entre la muerte y la vida, a la justicia que quiere resucitar y levantarse de los sepulcros de los fundadores de la misma república.

A la justicia idealista de las grandes novelas literarias, en la cual cuando los poderes públicos no hacen justicia oportunamente, ésta baja al pueblo y se convierte en una salvajada, en una salvajada justa. Pero yo digo aquí, ante la tumba de este soldado, que no es un soldado desconocido, ni que tampoco es la tumba ni el panteón para honrar a muchos de los que caen en los campos de batalla en el cumplimiento de su deber sacrosanto, que a este Segundo Teniente, elevado ya a Primer Teniente, Varela Mejía, pondremos nuestra autoridad, revestida con la moralidad que nos proviene de la lucha por la justicia y el respeto a los derechos humanos, como garantía de que vamos no a remover el cielo y la tierra como corrientemente se dice, con frase huera de un salida protocolaria, sino a buscar pacientemente, con el concurso de la ciudadanía y de todos los servicios de seguridad y secretos, de los Cuerpos Castrenses y de la Policía Nacional, a los responsables de este asesinato.

Mi mandato estará conforme cuando a su termino, el 16 de agosto de 1986, los autores ya estén condenados por los Tribunales Judiciales, como el primer ejemplo de una justicia rápida y no menos efectiva, con jueces probos como espera todo el país en este gran reto nacional, para que la paz sea reto de convivencia eterna entre todos los dominicanos. Es un reto a mí y a nuestro gobierno; es un reto al Ejército, a la Marina, a la Aviación y a la Policía; es un reto a los Senadores y a los Diputados; es un reto a los Fiscales y a los Jueces que están es víspera de ser elegidos; es el reto finalmente al pueblo dominicano. Y yo digo, finalmente, ante la tumba del Primer Teniente Varela Mejía, que yo acepto este reto.

Salvador Jorge Blanco Salvador Jorge Blanco |