La gran hazaña de Límber y después otoño

MUY DE MAÑANA Y DESPEJADO EL CIELO de un día memorable del mes de mayo de 1927 partió el aviador Charles A. Lindbergh de un campo de aterrizaje situado en los alrededores de Nueva York exactamente en Long Island piloteando un monoplano Ryan de muy bellas lineas envueltas en
el poético nombre de Espíritu de San Luis su ciudad de origen cuyo destino era la capital de Francia sólidamente estimulado por un premio multimillonario para la época y ascendente a la fabulosa suma de veinticinco mil dólares ofrecido por un tal Raymond Orteig si no es mala ortografía de Ramón Ortiz a quien Dios tenga en gloria y la tierra en paz y no es lícito escatimarle ponderaciones a esa suma de antaño en los términos de hogaño pues en aquella época se podía comprar con
ella una provincia completa en este país con todos sus accesorios incluyendo una preciosa colección de alcaldes pedáneos y aún podría sobrar para una yunta de bueyes con su correspondiente carreta mientras en la cuenta del día de hoy no es posible poner la compra de una casa en un barrio decente salvo adelantando esa misma una y completando el total con un préstamo en uno de los Generosos bancos consagrados a estas operaciones para ser pagada en los próximos 20 años si todavía uno vive y viendo naturalmente las cosas de esa manera comprende uno el entusiasmo
de cualquier joven audaz y ambicioso enfrascado en aquella época en planear su hazaña con todos los requisitos del caso; comenzando por la adquisición de un buen aparato capaz de mantener sus motores encendidos y funcionando sin interrupción durante las 34 horas consecutivas del vuelo a través del Océano Atlántico bajo el mando de un capitán solitario adherido al timón y literalmente amarrado a él sin pegar los ojos ni prestar la más mínima atención a las costumbres de su
organismo hasta cubrir las tres mil seiscientas millas náuticas del trayecto y llegar a la mismísima ciudad de París y allí descender en medio de una muchedumbre reventada en burras y aplausos y sombreros al aire cuando el héroe saltó del aeroplano y preguntó ¿Es esto París? y estas fueron las únicas palabras pronunciadas por él para la historia y para la frustración de los periodistas pues los agentes del orden lo capturaron y lo condujeron al más espléndido de los espléndidos hoteles de la Ciudad Luz cuya iluminación fantástica fue suavizada amablemente con una cortesía muy francesa para brindarle al aviador un dulce reposo con todo confort y elegancia a fin de reparar así las energías consumidas en aquel inigualable esfuerzo y entre tanto las agencias cablegráficas difundían la hazaña del águila solitaria como fue nominado el piloto increíble aunque en todas partes y en los rincones más apartados del mundo se prefirió su apellido de difícil ortografía aunque de noble pronunciación y sobre todo de agradable fonética como para permitirle a los muchachos oportunamente recién nacidos en este país el privilegio de llamarse Líndber y algunas muchachas Lindy entre Linda y Lindbergh cuestas de un entusiasmo compartido por los comerciantes más avispados cuyos negocios fueron rebautizados pasando a Restauran! Lindbergh o Lavandería Línver y uno que otro chofer vino a llamarse Línvel por haber hecho un viaje difícil sin hacer escala y este nombre se difundió por todos los confines y denominó todas las hazañas como si emularan
la del piloto americano incluyendo la de un cobrador que voló con las cobranzas del día y ese fue también el nombre nuevo de un caballo maravilloso perteneciente al administrador del King Banking Corporation para sustituirle el de Pisaflores con todo lo cual se trataba de conmemorar una proeza considerada como un patrimonio de la humanidad entera cuyo significado profundo era el saldo de los tiempos con la liquidación del aura romántica que rodeaba la espiritualidad de la época presta
a trocarse por un elan deportivo gafas oscuras y chaqueta de cuero y todavía dos años después exactamente el día 8 de septiembre de 1929 se encontraba un grupo de personas reunidas en el parque de San Pedro de Macorís comentando aquel acontecimiento como sí hubiera ocurrido 24 horas antes pues debe considerarse desde luego la lentitud de las comunicaciones y la precariedad de los órganos informativos para los cuales las noticias mundiales sólo interesaban a los extranjeros por razones de familia a menos que se tratara, de una guerra mundial o el nacimiento de un niño de tres cabezas cuando de improviso...