En ese poema Mir identifica al país con el guarapo de la caña, ese jugo
que sube por el tallo de la noble gramínea, e identifica a la caña, el fruto
de la cual será el azúcar, con el sufrimiento de los que trabajan en producirla,
sean hombres, sean bueyes; y lo hace desde el primer verso, en el que pide:

"Tráeme el sabor ardiente de la tierra
que se vierte en guarapo.
¡Sangre de espalda en tormento!...
... Tráeme e! trajín de la zafra...
... Tráeme el rumor del molino... "

El molino es el conjunto de grandes cilindros dentados de acero que se
mueven encajados unos en otros en direcciones opuestas y muelen con el
peso de sus masas la caña que va llegando al ingenio; y el ingenio, máquina
de varios departamentos o secciones, lleva en los primeros versos del Pedro
Mir, y sobre todo en ése de que estamos hablando, el vetusto nombre de
trapiche.

El tema del sufrimiento del trabajador azucarero y con él el de los bueyes
que cargaban sobre sus patas, al cabo de cada zafra, miles y miles de
toneladas de caña, aparece en ese primer poema de Pedro Mir dicho de esta
manera:

"...la loma baja un triunfo de esmeraldas,
un triunfo de sudores,
un triunfo de trabajo
la baba fecundante de la yunta
urgidas de garrochas,
torturadas de sangre.
¡Hay que llegar al trapiche
antes que el sol levante!

Me detengo en ese primer poema de Mir porque quiero que el lector se
haga consciente de que la preocupación social del poeta no es una máscara
con la cual sale por esos mundos a estrenar una moda. Es auténtica y la lleva
en la entraña como lleva el animal su sangre, ese líquido de cuya existencia
depende la vida; es tan auténtica que la extiende del hombre el que
trabaja, no cualquier hombre- al buey, el que atado a un compañero forma
la yunta, ésa que fecunda la tierra con su baba, palabra que en el poema de
Pedro Mir adquiere una dignidad insospechada, absolutamente nueva.


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