Pedro Mir, el Poeta Social Dominicano


Al enviarnos para su publicación estos hermosos
versos, Juan Bosch nos dice del poeta:
"Aquí está Pedro Mir. Empieza ahora, y ya se nota
la métrica honda y atormentada en su verso. A mi, con
toda sinceridad, me ha sorprendida. He pensado:
¿Será este muchacho el esperado poeta social dominicano?",


De la página literaria del Listín Diario, en ocasión
de publicar los primeros poemas de Mir.
el 19 de diciembre de 1937.


Si la vida de un poeta se inicia en realidad, no cuando nace sino cuando
se publican por primera vez algunos de sus versos, la de Pedro Mir,
comienza al terminar el año 1937; para ser más precisos, el 19 de diciembre
de ese año, día en que en la página literaria del Listín Diario aparecieron
tres poemas titulados a la cana que no ha de venir, Catorce versos y Abulia.

En ese momento Pedro Mir se. encaminaba hacia sus veinticinco años,
pues había nacido el 3 de junio de 1913 en San Pedro de Macorís, que era el
punto de la República Dominicana en que podían apreciarse a simple vista
manifestaciones de desarrollo capitalista en su etapa industrial porque la
ciudad estaba rodeada de ingenios de azúcar que habían empezado a
instalarse allí desde 1879, año en que empezó a moler el Angelina, que fundó
Juan Amechazurra, cubano de los que habían abandonado su tierra a causa
de la guerra llamada de los Diez Años. Treinta y cuatro años después, al
nacer Pedro MÍr, su padre, el cubano Pedro Mir, trabajaba en uno de los
ingenios que circundaban la ciudad petromacorisana, y es en la presencia de
esos ingenios azucareros que poblaban con sus chimeneas humeantes y sus
y sus campos de caña sus años infantiles donde hay que buscar las raices de
la poesia social del autor de Hay un país en el mundo.

Los ingenios no eran nada más chimeneas coronadas de humo y campos
de caña por cuyos caminos rodaban con dolorosa lentitud las carretas
cargadas de la dulce gramínea. Por si solos, esos caminos tenían que
impresionara un niño que había traído al mundo ojos para ver y oídos para
oir el dolor desde muy temprano; el dolor de los boyeros harapientos que
acompañaban a las carretas y se movían al compás de ellas amasando el
barro de los caminos con los píes descalzos, y el dolor de los bueyes que
mugían de manera desesperada cuando los boyeros les clavaban las puntas
de hierro de las largas garrochas, instrumentos de tortura a los cuales
Pedro Mir aludirá en el primero de los tres poemas publicados en el Listín Diario.


(Continúa)