TODO GRAN POEMA, TODA OBRA DE ARTE, es un descubrimiento. Toca
al poeta -ahora nos vamos a quedar con el poeta- extraerle la realidad,
la idea de la realidad, pero al expresarla no lo hace en el lenguaje
en que amamos o discutimos sino en otro lenguaje, en uno que le es propio:
en el lenguaje cifrado de las imágenes.
Este gran poema, Hay un país en el mundo, de Pedro Mir,
nos descubre al hombre dominicano ofendido y humillado, desterrado en
su propia tierra, fertilizando con su sudor la tierra suya que es ajena,
enriqueciendo al rico mientras se espanta solemne los mimes de la cara.
Pero ese descubrimiento hubiera podido hacerlo el sociólogo o el demagogo
alerta, el que estudia un conglomerado humano para conocerlo o el que
lo aprovecha para sus propios fines.
Mir no nos ofreció su descubrimiento en los párrafos fríos de una obra
científica, ni en la palabra con luces de bengala del orador de barricada.
Su descubrimiento nos lo entregó en versos, a sílabas contadas, con
calculados acentos, con palabras viejas que adquieren allí, en el poema,
nueva lozanía, o con palabras nuevas que junto a las otras adquieren
autoridad y nobleza, títulos indiscutibles para circular y para imponerse.
¿Por qué en versos si lo que traía era una historia triste, pese al
final optimista y humano?
Porque al poeta le está reservado el derecho, desde mucho antes de que
alzaran su voz terrible los Profetas, de decir la verdad y la verdad
hay que lanzarla al viento como para ser cantada, para que pueda recordarse
mejor y para que muerda allí donde la memoria sólo guarda lo que vale
para siempre.
Hay un país en el mundo, el gran poema de Mir, es historia nuestra,
historia de nuestro dolor y de nuestra indefensión y porque es arte
es retrato de la vida, reflejo del hombre y de la existencia del hombre,
constancia de untiempo y de una serie de sistemas encadenados urdidos
contra él y a pesar de él.
Si hubiera que buscar una prueba física de su importancia yo diría:
como libro se ha editado cinco veces, pero si yo quisiera señalar lo
que vale para el espíritu y para las esperanzas de los dominicanos,
diría entonces: está en la boca y en el corazón de los jóvenes y ahí
es donde el futuro guarda su secreto, su secreto y las fuerzas que nos
harán respetables y respetados mañana, respetados y dichosos.
Ustedes ya oyeron el poema, aquí está el poeta.
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