El
Gran Incendio
La TEA no respetó paredes de argamasa ni de piedra. Se abalanzó como fiera parida sobre viviendas, cortijos, embarcaderos, ropa tendida y hasta crucifijos, que descendían de la madera incendiada en forma de bronce derretido. Puerto Plata, ciudad fortificada, desapareció con fortaleza y todo. Varias casas de piedra y aún el Convento que había allí que, según Osorio mismo, era muy bueno, así como las iglesias de piedra, volaron hacia lo Altísimo con más celeridad que sus aéreas plegarias. Bayajá, La Yaguana, Monte Cristy, ardieron. Con las paredes se fueron los murciélagos y las salamanquesas. Pero el objetivo supremo eran los seres humanos estantes, habitantes y extravagantes. Avanzaban las familias, revueltas con las reses mansas, sin atreverse a volver el rostro. Los que lo hacían caían fulminados como por el rayo de la guerra. La orden de Osorio conminaba a abandonar los lugares en 24 horas contadas. Y cada minuto de retraso implicaba la horca para la familia completa. 82 hacendados con mujeres e hijos fueron condenados a muerte, y efectivamente ejecutados, por andarse despacio. Por la muerte se conocían los hombres. "Dicen más; que la suavidad, comodidad y seguridad que se les dio para dejar sus pueblos y venir al nuevo sitio fue forzarlos que dentro de veinte y cuatro horas se partiesen con ganados; y estas pasadas, se les puso fuego a las casas, hatos, estancias e ingenios, se les arrancó la yuca y talaron los demás sembrados, dejando a ellas y a sus mujeres, hijos chiquitos y recién nacidos, e hijas doncellas con su ropa y hacienda en medio de escampo, a la furia de los aguaceros, siendo el tiempo al principio de las lluvias ordinarias de esta Isla, habiendo de pasar muy grandes y muy furiosos ríos y caminos y pasos ásperos, difíciles y peligrosos, con el avío que en veinte y cuatro horas pudieron arrebatar, por lo cual se les siguieron innumerables daños y males contra la intención y voluntad clementísima de Su Majestad ". ( ) Así lo dibujaba el Licenciado Valcárcel en su discurso del 12 de Junio de 1605, a mediados de la tragedia. Pero dicen mucho más. Que de las 12 familias condenadas y efectivamente ejecutadas, 70 miembros fueron ahorcados por el propio Osorio "por sí y sus ministros", según el testimonio de Cepero y Xuara. Más de 120 hatos riquísimos fueron destruidos e incendiados, las tierras "aradas de sal' para que no se levantara jamás ni siquiera la tentativa vital de una brizna de yerba. "Que los materiales de las iglesias y edificios que se despoblaren o los hundan en el mar o dispongan de ellos como mejor fuere, de madera que no quede rastro ". ( ) Así, en este leguaje de trapera, lo aconsejaba el Consejo de Indias en su Consulta al Rey de 10 de marzo de 1605. Jamás se vio la maldición superada por la realidad como en esas jornadas. Los animales huían despavoridos. De las ciento diez mil cabezas de ganado manso que debían ser trasladadas a sitios distantes de ka costa, sólo se pudieron trasladar unas 8 ó 10 mil, que llegaron mortecinas y con los cuernos humeantes, al punto que se redujeron, según Lugo, a sólo 2 mil. Se perdió la caballería, unos 13 ó 14 mil caballos, "de carrera, camino y carga", como lo clasifican los documentos. Desapareció el "ingenio poderoso" más grande de la Isla, el "San Pedro", del Licenciado Zuazo, con su dotación de 900 negros, su boyada, sus cañaverales, sus ruedas y hasta su manojo de llaves En sólo dos pequeños hatos como lo de Cana y Guamal de Antonio Jáquez, lo que da la medida de lo que representaban los mayores, se perdieron 35 mil ducados, pues cada uno tenía, según relato de su dueño: "2,000 mil cabezas de ganado manso de rodeo que se perdieron en el camino hasta llegar a los sitios que se señalaron, por los pastos malos, atolladeros, mosquitos y jejenes y monterías altas y bajas, con más el ganado cimarrón y yeguadas cimarronas, donde había cada año para sacar dos mil cueros de toros morrudos; y 1,400 vacas que perdió por la mudanza en dos años y medio, a diez ducados de moneda corriente, eran 14 mil ducados", etcétera, etcétera De improviso el gran incendio se detuvo y pareció que llegaba la hora del silencio. Era un paréntesis. En Bayajá, la figura oblicua de Baltasar, en pleno delirio, se encaminó a fundar ciudades, él que era el gran señor de la construcción de ciudades. Osorio se fue a encontrarle después de reducir a Monte Cristy y La Yaguana a la expresión de la ceniza como signo y símbolo de la nada absoluta. Se encontraron los dos verdugos bien adentro de la Isla, donde habían fundado dos "casi-ciudades". Porque Baltasar era un ingenioso mecanismo de entretejer maniobras y había ideado "que harían diligencias dobladas, despoblando el Prescíndete y el suplicante poblando". Y, "al mismo tiempo", agregaba el suplicante con una delgada sonrisa, pensando que le tocaba a Osorio presidente, la parte más sucia del hollín. Las ciudades recién fundadas fueron Monte Plata, donde se refundieron los vecinos de Monte Cristy y de Puerto Plata; y Bayaguana, donde fueron a dar los de Bayajá y La yaguana. Lo único pintoresco de estas hazañas fueron estos dos nombres con los que se cobijó dos villas paupérrimas, habitadas por seres funerales, armaduras vacías y arrastres de cadenas (¿Por qué no detuviste allí tu furia destructiva, caballero del fuego? ¿Por qué no diste por recorrido ya tu camino de muerte? ¿Por qué no frenaste tu sinrazón delante de los molinos, Don Quijote al revés?). La respuesta de Osorio a estas preguntas está en su carta al Rey, escrita en Monte Plata para inaugurar el correo, el 8 de julio de 1605: "Cuando llegué aquí tuve aviso que unos vecinos del pueblo que llaman Bayahá, los cuales vivían en el Valle de Guaba, que es donde cae el puerto de Guanahibes, después de haber arrancado con sus ganados delante de mi camino la vuela de sus nuevos sitios, viendo yo que pasaba al vuelta de la Yaguana, que es cincuenta leguas de este Valle, se volvieron estos a él con todas sus haciendas y ganados y que decían que no querían salir de allí y que allí se habían hecho fuertes en cierto puesto y tomando las armas, valiéndose para ello de los navíos de enemigos que aquellos puertos había ". ( ) Era lo correcto. Y en definitiva poco fue. Pues ¿qué se quería? Los vecinos decidieron responder al fuego con el fuego. Es una ley de la Historia. Porque eran hombres y no reses mansas. Se volvieron y organizaron en el Valle de Guaba, su rebelión, La Rebelión de Guaba. *** Este movimiento tuvo por caudillo a Hernando Montoso, Alcalde Ordinario que fue en Bayajá y uno de los hacendados principales de la zona. Se le conocía más de una referencia. En junio de 1595 hizo causas común con ganaderos de la región, al negarse a entregar 210 reses en pie que fueron exigidas arbitrariamente. Recibió condena en contumacia. En julio de 1598 saltaron a tierra en Bayajá unos 80 franceses y flamencos que hicieron huir al Oidor Sanz Morquecho en paños menores, tras de lo cual, cuenta un testigo, preguntaron dónde se encontraba la cárcel para soltar a unas mujeres que se encontraban presas "y en especial a la mujer Hernando Montoro". Tal vez esto era invención de testigos apremiados pero en definitiva atribuía buenas relaciones y no mostrenco respaldo. Además de Montoso había entre los rebeldes un personaje inquietante y tal vez inquieto, el padre Diego Méndez Redondo, a quien dejamos páginas atrás, con el rostro vuelto para no entorpecer los galanteos de los jinetes jóvenes ante la morada de Viola y Cleo. El Padre Redondo era Cura Párroco de Bayajá y vivía sumergido en drama de sus feligreses. Cuando Osorio se enteró de la actividad popular, comisionó a un Alcalde, León de Villegas, para entrevistarse en los rebeldes, portador de una misiva suya que fue entregada al Cura. No se conoce cómo se llevó a cabo la consulta pero es presumible que Redondo no dejara en mala parte se papel en el movimiento porque Osorio le consideraba como el más activo agitador de la rebeldía. En su carta al Rey del 1ro de mayo de 1606 dice tajantemente que "fue el principal movedor de la rebelión del Guava". Llegado el Alcalde a su destino se le presentaron "quince hombres de a caballo con sus arcabuces y Hernando de Montoso delante de ellos, capitán, a caballo y una lanza en la mano y un pistolete en la cinta". Hubo a continuación una salva de arcabuces, desfilaron unos 80 hombres armados mientras la mecha de los arcabuces era encendida de nuevo. En Aquellos tiempos se podía hacer un desfile entre disparo y disparo Después del despliegue militar, vino la respuesta esperada. La gente no abandonaría el Valle ni cambiaría de actitud. Antes esperarían respuesta de la Real Audiencia en Santo Domingo en torno a la validez de las órdenes de Osorio, de sus ofertas y perdones y además, requerían nuevos plazos. Vale decir, el ultimátum era rechazado y la otra alternativa era el combate. Y aquí debemos hacer un alto en la marcha del relato. Es que nosotros no tratamos de comprender estos acontecimientos por la vía de la imagen como la haría la novela, ni siquiera por la vía de la razón como lo haría la Metafísica. En ambos casos se trata de una pretensión de universidad por parte de una mente solitaria que, como tal, no ofrece más garantía que la genialidad. La imagen de esa época que nos ofrece Cervantes con su adorable binomio Quijote-Sancho es tal vez más efectiva y competente que todos los ensayos habidos y por haber en épocas pasadas y por venir. Pero no todo el mundo está en condiciones de cervantear en sus momentos de ocio Por eso, nosotros nos decidimos por la práctica y nos afincamos en el criterio volandero de las más numerosas cabezas. Ni la imagen ni la razón, sino el consenso, que comprende, supone, se autoriza por los demás. Dejemos, pues, la mecha encendida en el arcabuz, en la inminencia del disparo, y pasemos a entrevistar a una mentalidad luminosa, testigos irrecusable de estos acontecimientos, el Licenciado Gonzalo de Valcárcel. ¿Quién era este caballero? No se sabe. Todo parece indicar que el nombre que nos remite la historia es sólo un pseudónimo.( ). Y esto es para nosotros de inestimable valor por que , bajo el capuz del anonimato, suele aparecer esta florecilla tímida que denominamos la verdad. O si se quiere, la audacia. Las palabras del Licenciado son, pues, palabras libres. Por lo consiguiente, nosotros vamos a suscitar aquí la opinión del imponderable testigo, imponiéndole un interrogatorio a la medida de nuestras necesidades con el más absoluto respeto a la autenticidad documental. Su testimonio es la expresión de lo que opinaba la gente -la opinión pública diríamos hoy- tanto como de su propia opinión. He aquí la entrevista:
- Licenciado Valcárcel, nosotros hemos conocido que usted ha dirigido un documento a la Corte dando su opinión respecto a la rebelión de los vecinos de la banda del Norte. ¿Considera usted que es justa la acción de esos vecinos? - "Cuando el que gobierna está armado, o se arma para forzar, sin razón, a los súbditos, pues él pretende serle ilícito ofenderles cuando quiere, debe ser también con ellos el anticipar la defensa". - Por consiguiente le Licenciado, ¿considera usted que los rebeldes tiene razón en sus actos? - "Examinemos, pues, discurriendo, dos casos. Sea el primero, que estos sin ninguna razón hayan desobedecido lo que se les mandó y ídose al monte y fortificándose con ánimo de verdaderos rebeldes. Cosa es llana y conforme a lo que se sabe por experiencia, que ningún pueblo ni provincia se rebela jamás a su señor, si no es confiado en sus propias fuerzas o en la de aquellos de quien se espera ayuda y socorro". - Licenciado, a juzgar por sus palabras, usted que contempla esta acción como el esfuerzo propio de un pueblo que procura resolver sus objetivos históricos, lo que en el futuro se llamará, por ejemplo en 1965 en Santo Domingo, una acción revolucionaria. ¿Es así como usted contempla estos acontecimientos de los cuales es usted mismo un testigo tan altamente calificado? - "Pues conforme a esto es verosímil que estos no se hayan movido a lo que han hecho, sino por que es del sitio fuerte que han escogido y de que tienen consigo, son dos cuerpos". - Con perdón de la pregunta, Licenciado Valcárcel, porque nos separan cuatro siglos y el estilo que emplean ustedes al hablar tanto como al escribir no es habitual en nosotros los modernos. Como usted comprenderá, nos debemos al lector ¿Cuáles son, por favor, esos dos cuerpos? - "Las voluntades y favor secreto de todos los de esta Isla y que los negros y mulatos, por haber libertad, o luego, o después, han de ser con ellos; porque son las fuerzas propias esperar y confiar poder resistir y defenderse de la gente que de esta Isla puede ir contra ellos, que por ser hermanos, parientes y amigos, les harán una muy floja guerra". - Bien, Licenciado. Es lo que decíamos del estilo. Pero, por encima de la dificultades de entendimiento, en sus palabras se evidencia que usted no implica ninguna acción de conquista por parte de una nación extranjera. ¿Cuál estima usted que será el papel de los extranjeros? - "Que les darán el socorro necesario pues, sin pedírselo pocos meses ha vinieron a ofrecérselo de parte del Conde Mauricio de Nassau y se dice que les han dado algunas pecezuelas de campaña y armas y municiones en este caso, porque en las cosas de Estado y de guerra sería grande imprudencia guiarles ". - Entonces ¿habrá guerra? - "Parece que hay prisa de hacerles guerra con la gente que al presente se puede llevar, pues si no me engaño van, no sólo de mala gana pero tristes, forzados como contra sus amigos y parientes ". - ¿Será larga la guerra? - "Con estas dificultades mal nos podemos prometer que será empresa de poco tiempo, ni que como de voleo, nos llevaremos al enemigo". - Muy complacidos, Licenciado. Pero no queremos concluir esta entrevista sin referirnos a un problema que nos interesa particularmente. Conocemos la repercusión que estos lamentables acontecimientos han tenido en todo el país. El juicio del Capitán Jerónimo de Agüero Bardeci, por ejemplo. Hemos sabido también de rumores sobre supuestas protestas en Cuba. Pero no nos ha sido posible reconocer la resonancia que esta acción puede haber tenido en el mundo, ya que se trata de un pequeño país en este lado del océano. ¿Piensas usted que en alguna medida este conflicto haya podido trascender a Europa? - "Considérese que toda Flandes está con el ánimo levantado y atenta a este movimiento; y no sólo aquella provincia sino todas las que nos suelen ser enemigas y contrarias por el odio que tienen a esta Corona. Y, como ellos son señores de la mar, con poca fuerza que arrimen a esta máquina, se podía hacer un portillo en la muralla de este Estado, viviendo con tan impertinente principio a conseguir lo que siempre han deseado tanto, que es introducir una guerra civil en Indias ". - Perdón, ¿se puede deducir de sus palabras que usted implícitamente
alude a una guerra de independencia? - El Imperio español tiene fuerzas suficientes para impedirlo Licenciado. - "¿Y qué será si, por las dificultades arriba dichas, le aconteciese en esta jornada algún mal suceso de los que la guerra suele producir? ¡Qué ánimo! ¡Qué obstinación cobrarán los contrarios! ¡Qué placer, qué esperanza, qué intentos tomarán nuestros enemigos! ¡Y qué descontento y qué concepto Su Majestad viendo que, sin darle parte, se haya comenzado en Indias una guerra civil de desgraciados principios ! - Para finalizar, Licenciado, no sin antes expresarle nuestro agradecimiento más profundo por el servicio que usted presta a esta obra, una última pregunta. Usted ha propuesto los medios que en su opinión sirven para solucionar este conflicto. ¿Cuál piensa usted que podría resumir su pensamiento, de manera que corone esta prolongada entrevista? - "Su Majestad por parte ponga el remedio necesario y conveniente, pues todos los demás son vanos, porque pensar tener este Nuevo Mundo tras llave, no haciéndose señor de estos mares, es querer lo imposible, como se ve por experiencia". Han sido las palabras rigurosamente textuales del Licenciado Gonzalo de Valcárcel, tal como aparecen en las "RELACIONES HISTORICAS DE SANTO DOMINGO", Volumen II, recopiladas por Emilio Rodríguez Demorizi. No hemos hecho más que añadirle las preguntas que componen nuestro interrogatorio y desechar aquellas que no se ajustan al hilo y el contenido de nuestro relato. El lector ávido puede acudir a esa fuente. En cuanto a nosotros no necesitamos más para quedar embargados en profundas meditaciones. Es curioso que en una época tan remota, cuando el problema de la independencia de las colonias españolas del Nuevo Mundo no estaba ni siquiera al nivel de la hipótesis en este continente; cuando la palabra "patria" hacía sus primeras gallardías armadas en Europa, sin pasaporte para el Nuevo Mundo, ya hubiese espíritus que contemplaran y discutieran esa posibilidad en La Española. El Licenciado acentuó sus palabras respecto al carácter primerizo que podría tener ese acontecimiento. Estaba, sin duda, equivocado respecto al alcance del capitalismo naciente, bullía en aquellos instantes en el caldero de la historia americana. Sería candidez afirmar que aquello era la independencia o que sus fuerzas sociales eran la burguesía. Esto nunca. Pero ese era su sentido y no puede entenderse de ninguna otra manera. Y, como que el tiempo transcurrido ha sido suficiente para ello y, a despecho de las advertencias y opiniones del Licenciado Valcárcel, el Gobernador Osorio ha continuado sus ajetreos de combate y humea el arcabuz, volvamos al ámbito normal de nuestra relación de aquellos hechos formidables. *** El choque se produjo en los alrededores de Guanahibes con resultados notoriamente desfavorables para los rebeldes. Este desenlace o era difícil de augurar cuando llegó Osorio al Valle de Guaba en el sitio denominado Guazumal, donde se estacionaba el Alcalde Mayor Lope de Villegas, pues no se halló traza de gente en plan de combate por allí. Osorio sintió que una racha de valor le inflaba los pantalones y decidió avanzar hacia Guanahibes donde, según se aseguraba, se encontraban fondeados los 9 bájales de Holanda, dos de cuyos "pataches" llevaron a La Yaguana el Manifiesto del Conde Mauricio. Según cuenta Lope, Osorio fue recibido en Guanahibes con "una manga de arcabucería" que le fue disparada de "Los navíos de los piratas y en la Isleta que está en el dicho puerto escaramucearon". Saltaron los holandeses a tierra para ayudar a los Montoso y le ocasionaron dos bajas al Gobernador en la batalla que se siguió. No parece que hubiese bajas rebeldes pero es seguro que los rebeldes se retiraron después de este primer contacto. Algunos españoles, y con toda probabilidad Montoso, embarcaron en los bajeles y desaparecieron por siempre jamás. La Rebelión de Guaba había terminado. Tal vez demasiado pronto. La mayoría de la gente que había plantado sus reales en el Valle quedó confusa y dispersa. Hubo en esta abrupta solución del choque rebelde, algo que falta en las informaciones que se poseen. Los vecinos comenzaron a deambular por los bosques antes de rendirse al Gobernador pero al fin acabaron por hacerlo. No debe haber sido grata y soportable la aventura. Por aquellos senderos andaba Tomás de Guzmán con toda su familia, el hijo y sus señoritas, no necesariamente conformadas para estas andanzas. ¿Es esta la imagen que nos habíamos formado de Viola y Cleo, ahora con sus vestiduras rasgadas, dolidas de los pies, revueltos sus bucles sin Anacazuanga a la mano? Sus nombres aparecen en la sentencia que dictó Osorio contra ellos
por los "traidores y rebeldes a Su Majestad"... en razón
de haber Pero fueron perdonados de acuerdo con las instrucciones del Rey. Toronto no. La sentencia, descuartizadora e infamante como pocas, quedó en espera del personaje, que se desvaneció sin dejar huella en los textos ni posibilidad en la imaginación. Tal vez aparezca algún día su rastro en los Archivos de la Habana o en los de una de esas ciudades holandesas que entonces tanto tenían que ver con estas costas Pero haría mucho mejor en no aparecer porque sobre su humanidad pende todavía una sentencia del más refinado estilo de la época, apuntalada con una serie de condiciones que van "in crescendo" como una espantosa sinfonía: "donde quiera que pudiese ser habido sea preso por cualesquier justicias y otras personas y si en la dicha prisión se defendiere, le puedan matar libremente,
y con voz de pregonero que manifieste su delito sea traído por las calles públicas y acostumbradas de esta dicha ciudad, y de allí se ha llevado al rollo y horca de ella y allí sea colgado del pescuezo los pies altos del suelo hasta que naturalmente muera, y se allí sea quitado hecho cuartos y puesto encima del mismo rollo para que se manifieste su delito y así mismo le sea su casa y bohío que tiene en la villa de San Juan derrocada por el suelo y arada de sal y puesto en medio de ella un palo alto con padrón escrito que se manifieste su delito para ejemplo de los demás lo cual se haga por el corregidor y demás justicias de la dicha villa con público pregón que ninguno sea osado de le quitar, so pena de muerte". Esta como se ve es una sentencia escalonada y en cierto sentido infinita puesto que si alguien osa quitar el "padrón y escrito" toda la gradación se inicia en la humanidad del nuevo delincuente y así sucesivamente. *** Mientras tanto, los negros esclavos tomaron su causa en sus propias manos bajo el comando de un negro esdrújulo llamado Miguel Biáfara. Hubo encuentro. Los negros se habían procurado armas y aniquilaron las primeras patrullas con las que hicieron contacto. Sin duda pelearon con más ardor y competencia que la gente de Montoro. Y pelearon solos. Los holandeses no le iban a hacer hueco en sus bájales como no fuera para venderlos a cómodo precio. Cuenta Lugo en su Historia que "Provocaron guerra a sus vecinos y particularmente a un Pedro Zedano le dieron dos batallas Y a un cabo de escuadra con veinte y cinco hombres de este Presidio, enviados por Osorio, los mataron e hirieron y otros daños". ( ) Pero la derrota de Guanahibes les fue fatal. Nunca se sabrá cuántos de ellos fueron capturados ni si lograron trasladarse a las Sierras del Bahoruco, en la otra banda, donde se dice que hubo cimarrones hasta 1790. Todavía quedaron vivas algunas manifestaciones de protesta. El 20 de octubre del mismo año, Osorio escribía al Rey que Fray Rodrigo de la Vega, un fraile que estaba por guardián del Convento de San Francisco de la Yaguana, tomó las armas y convocó gente para impedir que su templo fuese quemado "estándole ya todo el pueblo y dixo palabras para mover y alborotarlos de él". Pero también Fray Rodrigo fue vencido, si no por las armas tal vez por la soledad. La última noticia que se tiene de él lo describe solitario junto a las ruinas de su templo, como esos capitanes legendarios que permanecen erguidos en proa cuando el barco se les hunde por la popa. Y cuenta Osorio mismo que nunca se supo si lo había abandonado. Fray Rodrigo era dominico como aquel brillante Montesinos que en los primeros años de la Colonia inauguró en este país el combate por las ideas y la justicia. El provincial de su orden no le negó respaldo a Fray Rodrigo y parece que le ocasionó algunos dolores de cabeza a Osorio por que se ve a éste pidiendo al Rey que le mande jesuitas que eran más dados a actividades apacibles como la enseñanza Las consecuencias de estas acciones no se hicieron esperar. Vino una reacción de incalculable violencia por parte de Osorio que persiguió a sus presuntos enemigos hasta en las cuevas de las hormigas. Estableció unas "guardarrayas' en torno a las ciudades supervivientes, que no se podían pasar "so pena de muerte". Dispuso que unas cuantas "cuadrillas" prendieran a cuanta persona apareciese por aquellos lugares malditos "así blancos como negros, esclavos o libres, o mulatos y la primera cuadrilla de ellas fue de don Juan Rivamartín". Luego otras fueron comandadas por Joan de Céspedes Durango y Joan Pérez Maruri. Pero no todos eran Joanes. Hubo también un maravilloso Manuel que era soldado y se improvisó escribano por ausencia del titular, la que lo puso en condiciones de consignar él mismo sus hazañas para la historia. El maravilloso Manuel relata, con la frialdad de un profesional, la manera inaudita en que se reanudó EL GRAN INCENDIO. ¿Dejamos que sea él mismo quien lo haga con su lenguaje oficial, aritmético e incandescente?
fui al hato de Pedro Salvador, Alcalde ordinario de esta dicha Villa de Azua que llaman la Pesquería y QUEME tres bohíos que tenían en el dicho su hato, y corral y chiquero, y luego pasé adelante y fui hato de Juan Trujillo, llamado Crixptoval de la Sal, y QUEME en él dos bohíos, corral y chiquero y luego fui al hato de Antonio Luis, que está cerca del hato de Juan Trujillo y QUEME en él dos bohíos, corral y chiquero y luego otro día siguiente, que se contaron e nueve días del dicho mes y año arriba referido, fui al hato de Juan Batista, llamando Buenavista, y QUEME en él dos bohíos, corral y chiquero, y luego otro día siguiente, que se contaron treinta del dicho mes y año susodicho, fui al asiento, que es hato de Pedro Romero de Estepar y QUEME en él dos bohíos, corral y chiquero, y este dicho día, en el hato de Pedro de Aguión, Alcalde ordinario, llamado La Estrella, QUEME dos bohíos, corral y chiquero y en treinta y un día del dicho mes y año atrás referido, fui al hato de Ojeda, de Manuel de Grado, y en él QUEME cinco bohíos, corral y chiquero, y este mismo día QUEME en el hato de la Sabanetas, de Alonso de
la Cueva, dos bohíos, corral y chiquero, Brillante resultado de uno de los verdugos más espirituales, puesto que alternaba la tea con la pluma. Mas, para encontrar humanidad hay que encontrarse con los jefes de "cuadrilla". La actuación de éstos tenía que ver sólo con seres humanos, a diferencia del Manuel que era más paisajista y miraba sólo bohíos, corrales y chiqueros. Véase: Don Juan Rivamartín: "Item, prendió a un Joan de Medina, mulato, que AHORCO. "Item, prendió dos negros nombrados Agustín y Gaspar, esclavo el uno de Bartholome Farfán y el otro de doña Constanza, su nieta, a los cuales HIZO AHORCAR. "Item, prendió un Inglés, nombrado Antonio Batus, el qual trajo a esta ciudad, donde por mandato del dicho Señor Presidente, le fue dado GARROTE (estrangulado)". Gaspar Revolledo: "Item, prendió a Andrés Hernández, que AHORCO. "Item, a Francisco Cornielis, que AHORCO. "Item, a Diego Romero, que AHORCO. "Item, el dicho Diego de Revolledo prendió con los demás negros otros cinco que avajo irán nombrados, los quales fueron quintados entre todos y como tales, AHORCADOS, lo qual hizo el dicho Diego de Revolledo en virtud de la comisión que para ello tubo el Señor Presidente, los cuales dichos negros fueron los siguientes: Miguel Biáfara, de Jácome de Lomas, CAUDILLO DE LOS NEGROS, Lorenzo Biáffara, esclavo de María de Vía, Francisco Marcongo, horro". Y ahora viene para nosotros el momento duro. A veces vale más no escribir para no tener que consignar hechos dolorosos. Por que tiene, hasta en el pasado más remoto, sus amistades y sus predilecciones. Al Alférez Durango hizo esta filigrana: "Item, el dicho Alférez prendió al dicho Tomás de Guzmán, Y LO AHORCO". Así, en esta luctuosa circunstancia, en este desgarramiento, volvemos a encontrar a nuestras bellas niñas oceánicas. En medio de la barahúnda habíamos imaginado sus rostros apareciendo y desapareciendo en la vorágine, seguido por los ojos de algún doncel requerido ya por la horca y cuya alma soñadora seguía a través del humo el cuerpo amado. Con la muerte de Tomás de Guzmán, el padre, doña María de Cepeda, la madre de acero, afrontó la nueva situación y tomó el timón de la familia. Pero no eran tiempos blandos. EL GRAN INCENDIO siguió su curso con una violencia salvaje *** Osorio no quedaba satisfecho. La orden real de despoblación se refería a tres ciudades de la costa Norte: Bayajá, Yaguana y Puerto Plata. Osorio incendió cuatro, incluyendo a Monte Cristy, en la primera fogarada. Luego continuó hacia el Sur. San Juan de la Maguana, ciudad mediterránea que jamás había visto navío ni marinero, fue incendiada "porque todo lo que ai desde la dicha Villa de San Juan hasta los puertos marítimos, donde se han frecuentado los rescates, están despoblados y sin justicia". Menudo argumento. Luego Neiba, Santiago de los Caballeros, Azua, Ocoa, las Salinas y cuanta ciudad se le puso por delante. Los hatos fueron incendiados, el ganado disperso, la agricultura aniquilada. La isla entera se convirtió en una hoguera que había empezado a arder por marzo de 1605 y continuaba ardiendo hasta octubre de 1606. se ignora el número de personas ahorcadas. Semejante locura no fue conocida sino tal vez por Lizás Hiroshima y Nagasaki. Pero aquí no se trataba de guerra moderna. Ni siquiera de la antigua. Era simplemente el Juicio Final. Y lo fue verdaderamente. Doña María de Cepeda, la madre de nuestras niñas de Bayajá a quienes nosotros cariñosamente hemos apodado Viola y Cleo, era una mujer de hierro que afronta la vida. Y uno de esos días, Doña María de Cepeda fue, también, ahorcada Por dónde se irían nuestras amigas, no lo sabemos. Los documentos consignan lúgubremente, que algún tiempo después Osorio vendió su ganado y ellas reclamaban, como si esto sirviera para algo, que ni siquiera les había entregado su dote. Cosa de mujeres. Todavía puede saber con quién. Ni siquiera se encontraba el cura. Fray Diego Méndez de Redondo que debió oficiar esos dos matrimonios, con derroche de perfumados vinos franceses y muselinas holandesas, fue embarcado a España bajo partida de registro, por su participación directa y comprometida en estos acontecimientos y encarcelado al llegar. Murió tres días después en su celda ultramarina. "!Se acabó Bayajá!". Con tal expresión popular se comienza aún en este país la idea el aniquilamiento total o final. Más nunca hubo en él poblado para que llevara ese nombre. Concluyó de una manera que hace pensar que existen realmente realidades absolutas. *** El país quedó reducido a menos de la mitad de sus proporciones conocidas. Menos de la mitad no es aquí metáfora ni artificio retórico sino expresión estadística oficial. Hay un documento , especie de perla que corona a obra pirotécnica de don Antonio de Baltasar, debidamente sellado y rubricado que sacramentalmente dice: "Demás de lo cual, yo el dicho Gaspar de Azpicheta, escribano, doy fe de verdadero testimonio que el más apartado lugar de esta dicha ciudad es la ciudad de Santiago que, como está dicho, dista treinta leguas; y este lugar hace guardarraya por aquella parte a esta dicha ciudad: todas sus haciendas y las de otros cuatro pueblos, que son los dos de ellos nuevos, la ciudad de Sant Antonio de Monte de Plata y de la ciudad San Juan Baptista de Bayaguana, y de la ciudad de la Vega y el Cotuí, están más legados a esta dicha ciudad, desde la dicha ciudad de Santiago a ella; y a la dicha villa de Azua por la parte del Sur de esta dicha ciudad, es el último lugar, y por aquella parte hace guardarraya a esta ciudad y sus vecinos tienen sus haciendas y labranzas desde la dicha guardarraya a esta ciudad. Dista de los puertos de la yaguana cincuenta y seis leguas, y desde Guana Hibes cincuenta y cuatro leguas, y de los de la costa de Neiba catorce, como comúnmente se hecha en esta isla la cuenta de las leguas, conforme a lo cual dio fe que toda la población de esta isla está entre las dichas ciudad de Santiago e villa de Azua y esta dicha ciudad, excepto otros tres pueblos pequeños, que son Boilá, el Ceibo e Higüey, están a los otros lados de esta dicha ciudad. El más apartado dista veinte leguas, que es Higüey. Y para ello conste, de pedimento y mandamiento de su Señoría doy el presente, que es fecho en Santo Domingo doce de octubre de mil y seiscientos y seis años. En fe de lo cual hago aquí mi signo en testimonio de verdad. G. de A. escribano (hay signo y rúbrica)". Y bien; colocado este epitafio, debe concluir esta jornada. Mas, para saciar la sed de infinito del benévolo lector, le agregamos una breve noticia respecto al destino final de los dos autores de esta epopeya, el Gobernador y Capitán General, Presidente de la Audiencia, don Antonio de Osorio, y el "suplicante", el retorcido Secretario de Cámara o escribano de la misma Audiencia, Baltasar López de Castro. Digamos de una vez que no fue muy lisonjero el final de esta historia para aquel que la concibió, prendió las primeras llamas y perpetró la población con el mismo signo siniestro que la despoblación. El producto de los bienes incautados a los "rescatadores" y vendidos en pública subasta permitió que Osorio otorgara a Baltasar un premio no desdeñable de 35 mil 328 reales. Con esa pitanza, caliente aún del incendio, se fue el escribano a la Corte metropolitana. Se había hecho instrumentar más de un pliego que documentara sus hazañas. Con ellos, sus recomendaciones y consultas, amén de sus padrinos de Ultramar, encaminó una súplica al Rey para que le concediera las mercedes que Pero mejor escuchemos esas delicias en su propio lenguaje: " a los descubridores y conquistadores y pobladores y a otras personas que han hecho servicios de no tanta estimación como éste en las Indias y otras partes, V. M. ha hecho y ofrecido mercedes de títulos de marqueses, condes y adelantados y otros muy grandes; y bien considerando éste ha sido un famosísimo descubrimiento, conquista y población y se han vencido muchos corsarios y otros enemigos sin costo descubrimiento que el suplicante descubrió este secreto oculto a todo hombre ". ( ) Esta vez Baltasar no fue tan convincente. El Rey que era tonto pero no tanto, se negó a admitir que Baltasar fuera descubridor, conquistador y poblador como un Hernán Cortés cualquiera. Pero le concedió dos mil ducados anuales de salario en mayo de 1607. falleció en 1608. No llegó a cobrar su primer salariazo. El hijo heredó las prebendas y fue a Santo Domingo donde murió sin descendencia, por lo que estas mercedes quedaron vacantes y se disiparon en el infinito. Más afortunado fue Osorio. Echó en la balanza de su solicitud sus "36 años de servicio mayormente en las guerras de Flandes", su edad, sus achaques y su título de Caballero de la Orden de Santiago. Obtuvo un salario perpetuo de dos mil ducados que efectivamente cobró. Pero murió en 1609 antes de cobrar el segundo. Heredó su hijo con no mejor destino pues murió el año siguiente. La herencia pasó a Petronila, hermana como él de Diego, también Gobernador, y en estas faldas españolas y distantes se desvanece, quién sabe por qué designio providencial, la atronadora e incandescente hombría de los Osorios. Hay cierto extraño patético paralelismo en estas dos vidas. Ambos ocupan posiciones oficiales en Santo Domingo por fallecimiento de un pariente. El padre Baltasar era escribano y eso lleva al hijo a ocupar el cargo. Osorio ocupa el suyo por fallecimiento de Diego, su hermano, en pleno ejercicio. Ambos, don Antonio y Baltasar, obtienen como premio a sus servicios la misma suma anual, dos mil ducados. Ninguno de los dos la disfruta. Ninguno de los dos regresa. Ninguno de los dos apellidos se perpetúa. Desaparecen ambos por el ala femenina. Ningún López ni Osorio dominicanos cargan con esta infamia ancestral. Pero nada de esto es castigo. Es sólo curiosidad y casualidad. Que las hay a veces sumamente interesantes
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