Discurso
del Excelentísimo Señor Presidente de la República
ante la Asamblea Nacional
Honorable Señor Presidente de la Asamblea Nacional, Lic.
Andrés Bautista
Honorable Señor Vice-presidente de la República,
Dr. Rafael Alburquerque.
Honorables Miembros de la Asamblea Nacional.
Señores Secretarios de Estado.
Autoridades Civiles y Militares.
Monseñor Timothy Broglio, Nuncio de su Santidad,
Juan Pablo II.
Señores Miembros del Cuerpo Diplomático.
Invitados Especiales.
Señoras y Señores:
Los hombres y mujeres que poblamos esta tierra dominicana
disfrutamos del inmenso privilegio y del gran honor de ser parte
de una comunidad de ciudadanos libres. De ciudadanos que escogen
por voluntad popular a sus autoridades, elaboran sus leyes, tejen
sus costumbres y tradiciones y construyen su propio destino.
Ese es el valor y el significado de que 161 años
después de que los padres fundadores proclamasen la independencia
de la República, hoy podamos cobijarnos bajo la bandera tricolor,
anunciándole al mundo, con orgullo, que existimos como nación
soberana e independiente, bajo el nombre de República Dominicana.
Edificar los cimientos de esta gran nación
fue una obra titánica. Haberla sostenido durante más
de siglo y medio, una epopeya. En ese lapso, el país ha tenido
que enfrentarse a múltiples peligros, conflictos y amenazas.
Como resultado de eso, por momentos ha parecido
exhausto y desorientado. Pero en cada circunstancia, guiado por
la mano de Dios e inspirado en el ideario de Juan Pablo Duarte,
ha sabido sortear todas las dificultades y ha emergido siempre con
más fuerza y vigor; con más energía creadora
y con mayor vitalidad.
Hace tan sólo seis meses, la República
Dominicana se encontraba en una situación de deterioro alarmante.
Parecía un paciente bajo cuidados intensivos. El diagnóstico
emitido por los expertos era de pronóstico reservado, y en
el mejor de los casos, de optimismo cauteloso.
No puedo proclamar hoy ante ustedes que, en tan
sólo seis meses de nuestra administración, al paciente
se le haya dado de alta. Por mucho que me habría gustado
transmitir esa información, sería una muestra de desconocimiento
de la realidad.
Sin embargo, sí puedo asegurarles que, como
consecuencia de la gestión de las actuales autoridades, al
paciente ya se le ha retirado de la sala de emergencia y hoy se
encuentra en un franco proceso de recuperación y mejoría.
Esperamos que, con los cuidados y atenciones que
recibe, en poco tiempo pueda estar plenamente integrado a sus labores
cotidianas de promotor del progreso y bienestar colectivo del pueblo
dominicano.
Cuando el pasado 16 de agosto asumimos por segunda
vez la conducción de la vida pública nacional, estábamos
plenamente conscientes de los inmensos desafíos que tendríamos
que enfrentar durante la gestión que entonces se iniciaba.
Esos desafíos eran gravísimos por
la magnitud y la profundidad de la crisis económica y social
que recibíamos como herencia, así como por el gran
menoscabo de la institucionalidad del Estado democrático
de Derecho.
Como todos ustedes han podido experimentar en su
diario vivir, en el período que nos ha precedido, la economía
de la República Dominicana ha padecido de todos los males
posibles: la inflación más alta de América
Latina, la mayor devaluación del peso en la historia nacional,
cero crecimiento económico – más bien un decrecimiento;
déficit fiscal, atrasos en el pago de la deuda externa, así
como su exorbitante incremento, galopante aumento de la deuda interna
y a la par de todo esto, una abrupta caída de las reservas
internacionales.
Estos denominados “indicadores económicos”
se reflejaron de manera muy concreta y palpable en un creciente
desempleo, en una disminución de ingresos, en una caída
del poder adquisitivo y en un aumento de la pobreza.
En conclusión, decadencia, en vez de progreso.
Desilusión, en lugar de esperanza. Tristeza y preocupación
en sustitución de alegría y optimismo.
Sin querer abrumarles con recordatorios sombríos
de lo que hasta poco fue nuestra realidad nacional, permítanme,
rápidamente, pasar revista a los desafíos que tuvimos
que enfrentar y a los cuales, con la colaboración de ustedes,
pudimos ir encontrando remedio y soluciones.
Por ejemplo, la inflación acumulada en el
período enero-agosto del 2004 había llegado a 33 por
ciento, y las proyecciones indicaban que al terminar el año
llegaría a 47 por ciento.
Sin embargo, durante los meses iniciales de nuestro
gobierno, la inflación registró tasas negativas, lo
que equivale a decir que los precios de los artículos tendieron
hacia la baja, y terminamos el año con una inflación
mucho menor a la prevista.
Refiriéndose precisamente a este tema de
la inflación, hace apenas dos semanas, la firma de inversiones
Bearn Stearns, decía lo que sigue:
“Los resultados del pasado mes de enero, en
el que la inflación fue tan sólo de 0.79 por ciento,
confirman que las presiones inflacionarias en la República
Dominicana se encuentran controladas, esto apoyado por una moneda
estable y una bien manejada política monetaria, la cual está
fundamentada en la estabilidad de la base monetaria.”
En una nota adicional, la misma firma de inversión
sostiene que “Las proyecciones de inflación a corto
plazo son de 7 por ciento a 9 por ciento, lo que sugiere que el
país, si se sostienen las tendencias actuales, superará
la meta del FMI para el 2005, de un 11 a un 13 por ciento.”
La tasa de cambio promedio para el período
anterior a nuestro gobierno había llegado a 45 pesos por
dólar, y la tasa de interés sobrepasaba el nivel del
50 por ciento.
En la actualidad, la tasa de cambio ha oscilado
entre 28 y 30 pesos por dólar, lo que representa una apreciación
de nuestra moneda inimaginable al momento de asumir el mandato presidencial.
Estimaciones preliminares indican que para el año
2004, de no haberse tomado medidas de ajuste fiscal, el déficit
del sector público no financiero habría sido superior
a los 26 mil 500 millones de pesos.
Por esa razón, al poco tiempo de instalarse
en el Palacio Nacional, el nuevo gobierno se vio obligado a adoptar
un conjunto de medidas de ajuste orientadas a corregir el déficit
fiscal heredado.
Como se sabe, esas medidas abarcaron, en primer
lugar, la entrada en vigencia de una reforma tributaria que, entre
otros factores, incrementó el impuesto al valor agregado
(ITBIS), de 12 a 16 por ciento, y elevó los impuestos selectivos
a los productos derivados de las cervezas, los alcoholes y el tabaco.
En segundo lugar, tuvimos que aplicar un ajuste
por inflación al impuesto selectivo de los combustibles,
y en tercer término, dimos inicio a la focalización
de los subsidios al gas licuado de petróleo (GLP).
En lo que respecta a la reforma tributaria, es preciso
indicar que el potencial de recaudación estimado de dicha
reforma se encontraba entre 18 y 20 mil millones de pesos, esto
es, un 2.5 por ciento del PIB.
Sin embargo, la reforma finalmente aprobada por
las cámaras legislativas, redujo esas recaudaciones en unos
6 mil millones de pesos.
Hemos enfrentado esa reducción en los ingresos
fiscales con una mayor austeridad en el gasto público y una
mejora significativa en la eficiencia de la Administración
Tributaria.
Con estas medidas, combinadas con otras destinadas
a reducir la evasión fiscal y a simplificar la administración
tributaria, logramos reducir el déficit del sector público
en por lo menos 5 mil millones de pesos.
Concluimos el año 2004 con un déficit
para todo el sector público de 21 mil 300 millones de pesos,
en lugar de 26 mil 500 millones, como se había estimado en
agosto.
Además, las actuales autoridades han puesto
en práctica una política económica dirigida
a reducir el déficit fiscal del sector público no
financiero de esos 21 mil 300 millones de pesos en el 2004, a tan
sólo 6 mil 400 millones en el 2005, y a que éste se
transforme en un superávit de más de 7 mil millones
en el 2006.
Al 16 de agosto del 2004, el país tenía
atrasos en el pago de la deuda externa por un monto superior a los
200 millones de dólares, y se proyectaba que al término
del año ese monto s e colocaría en más de 440
millones de dólares.
Del 2000 al 2004, la deuda externa dominicana pasó
de 3 mil 672 millones de dólares a 6 mil 332 millones.
Desde el mes agosto al momento actual, en seis meses
de gobierno, hemos pagado 408 millones de dólares, lo que
nos ha permitido ponernos al día con nuestros compromisos
externos, y de esa manera ir recuperando la credibilidad y confianza
que caracterizó al país durante el período
de 1996-2000.
En lo que respecta a la deuda interna, la actual
administración encontró, al 16 de agosto, una deuda
con los bancos comerciales, una deuda administrativa en la Secretaría
de Finanzas y otra en bonos que ascendía a más de
25 mil millones de pesos.
Hasta el 15 de este mes de febrero, nuestro gobierno
ha realizado pagos por concepto de esa deuda por encima de 2 mil
400 millones de pesos.
Al tomar posesión, hace seis meses, la tasa
de desempleo superaba el 18 por ciento. Eso representa un aumento
notable del nivel de desocupación que existía al dejar
el gobierno en el año 2000, que era de 13.9 por ciento.
En términos absolutos, este nivel de desempleo
significa que a octubre del 2004, el número de desocupados
ascendió a cerca de 800 mil personas, cifra que corresponde
al más alto nivel registrado en la República Dominicana
en los últimos 11 años.
El salario mínimo real experimentó
una disminución acumulada de 28.4 por ciento, en el pasado
cuatrienio, y por supuesto, como resultado de todo lo antes descrito,
la pobreza se incrementó.
De un 1 millón 826 mil personas que vivían
por debajo de la línea de pobreza en el año 2000,
se pasó a 3 millones 132 mil personas en el 2004, lo que
equivale a decir, que en los últimos cuatro años el
número de pobres aumentó en la República Dominicana
en un millón 306 mil personas.
Hay que imaginarse todo lo que eso significa en
términos de tragedia humana. Yo, que he tenido la oportunidad,
en varias ocasiones, de recorrer todo el territorio nacional, y
de entrar en contacto con distintos sectores de la vida del país,
lo he podido percibir con mis propios ojos.
Lo he visto en las madres desesperadas que ya no
saben como sostener a sus hijos. Lo he captado en los cuerpos desnutridos
de muchos niños. En los rostros envejecidos, a destiempo,
de muchos jóvenes. En la angustia de muchos profesionales
desorientados.
En la amargura de todo el que está sin ocupación
y sin ingresos fijos. En el desconsuelo de nuestros hombres y mujeres
del campo.
En fin, lo he sentido en el alma de un pueblo acongojado,
merecedor de un mejor destino.
Señores Miembros de la Asamblea Nacional:
El objetivo inmediato de corto plazo del gobierno
que se instaló el pasado 16 de agosto ha sido el de recuperar
la estabilidad macroeconómica perdida, así como el
de reiniciar el crecimiento de los distintos sectores de la economía
del país.
Estamos conscientes, sin embargo, que esto sólo
representa la primera etapa de un proceso mucho más largo
y complejo que implica la redefinición de un nuevo modelo
de desarrollo económico; de un fortalecimiento de las instituciones
del Estado, que contribuya a una mayor gobernabilidad democrática
del país; de una nueva estrategia de competitividad, tanto
nacional como internacional; y del logro de mayores niveles de equidad
y justicia social.
Como consecuencia de los primeros logros en la estabilización
de la economía, así como de la coordinación
exitosa en la ejecución de la política fiscal y monetaria,
en determinados círculos de opinión surgió
la interrogante acerca de si era todavía necesaria la firma
de un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.
La respuesta a esa interrogante tiene que ser inevitablemente
positiva, porque a pesar de algunas iniciales conquistas en cuanto
a la estabilidad de la economía nacional, aún era
imprescindible la suscripción de un acuerdo con ese organismo
crediticio internacional, para asegurar la continuación y
sostenibilidad de esos esfuerzos.
El acuerdo stand-by suscrito con el Fondo Monetario
Internacional le proporcionará al país en los próximos
dos años, el ingreso de cerca de 1 mil cien millones de dólares;
pero de igual manera, la reprogramación o reestructuración
de pagos ascendentes a mil millones de dólares, con lo cual
le evitaremos al país nuevas angustias y sacrificios.
La firma de un acuerdo con el FMI le representa,
pues, a la República Dominicana un beneficio neto de más
de dos mil millones de dólares.
Entre los compromisos que contraemos al suscribir
el referido acuerdo stand-by se encuentran, entre otros, la aplicación
de políticas dirigidas a fortalecer la estabilidad de precios
y asegurar la reactivación del crecimiento sostenido; aplicar
una política de ajuste fiscal, que ya se hizo, para mejorar
las cuentas públicas y reducir la deuda del Estado; adoptar
una estrategia de fortalecimiento del sistema bancario para establecer
una sólida intermediación financiera; y fortalecer
el Banco Central y la Superintendencia de Bancos, a fin de mejorar
la ejecución de la política monetaria y de garantizar
la estabilidad de un sistema financiero transparente y eficaz.
La firma del acuerdo con el FMI le confiere al país
la consolidación de la confianza de los agentes económicos,
elemento imprescindible para incrementar las inversiones, mejorar
el flujo comercial y volver a acceder a los mercados financieros
internacionales de capitales.
En lo que respecta a la falta de recursos a corto
plazo para tener un presupuesto balanceado, el gobierno tiene como
objetivo realizar una reestructuración del pago de los bonos
externos, una reprogramación de la deuda con los bancos comerciales
y suplidores, una nueva planificación de las obligaciones
con el Club de París en el 2005, y la obtención de
un nuevo financiamiento con la banca privada local.
En lo que respecta a la política monetaria, debemos indicar
que a la fecha ya hemos logrado eliminar el exceso de liquidez provocado
por la emisión sin precedentes de dinero inorgánico
realizada por el Banco Central en el 2003, como consecuencia de
la crisis bancaria desatada ese año.
Luego de un incremento de un 102 por ciento en el
2003, la emisión monetaria sólo aumentó 1.3
por ciento el año pasado.
Para controlarla, se emplearon mecanismos de mercado
abierto, colocando certificados de inversión del Banco Central,
a menores tasas de interés y logrando una extensión
significativa de los plazos.
Los plazos de los valores subastados se extendieron
de 7 y 14 días a más de 360 días en los últimos
cuatro meses. A su vez, las tasas de interés se redujeron
de un promedio de 56.1 por ciento a 25 5 por ciento.
Como resultado de lo anterior, la política
monetaria ha cumplido con su objetivo de controlar la inflación.
En lo que concierne al sector financiero, me permito
anunciar que ya se encuentra en ejecución un programa bien
reestructurado de capitalización bancaria, y estamos trabajando,
de igual manera, para fortalecer la Junta Monetaria y aumentar la
independencia y la capacidad de rendición de cuentas del
Banco Central y de la Superintendencia de Bancos.
Honorables Miembros del Congreso Nacional:
Uno de los elementos de mayor perturbación
en el ámbito de la economía nacional lo constituye
el denominado déficit cuasi-fiscal del Banco Central, el
cual, como todos sabemos, se creó por la decisión
de salvar, en la totalidad de sus activos, a los depositantes de
los bancos en dificultades.
Cabe destacar que según se estableció
en el acuerdo con el FMI, se espera una reducción del déficit
cuasi-fiscal de un nivel de 4 por ciento del PIB en el 2004 a 3.2
por ciento del PIB en este año.
Para reducir el referido déficit, el Banco
Central no sólo se ha estado apoyando en instrumentos tradicionales,
sino que está empleando una estrategia integral que introduce
nuevos elementos para hacer política monetaria.
Reconozco que estos son temas técnicos muy
complicados, de difícil comprensión para la generalidad
de la gente, pero dada su importancia vital para el buen desempeño
de nuestra economía, es necesario que el pueblo los escuche
y pueda valorar el inmenso esfuerzo que desde el gobierno se realiza
para superar nuestros problemas actuales.
A principios de febrero del 2005, el Banco Central,
por vez primera en su historia, logró colocar recursos a
plazos de más de un año, rompiendo la cultura de corto
plazo en el ahorro y la inversión que ha predominado en nuestro
país por tantos años.
Otro paso de avance, en este aspecto, lo constituye
el hecho de que los inversionistas de los instrumentos del Banco
Central que deseen hacer líquidos sus certificados antes
de vencimiento, disponen de las herramientas legales, tecnológicas
y operativas para transar sus títulos en el mercado secundario
de valores dominicanos, bajo los mismos parámetros de los
mercados financieros internacionales.
Es innegable que estos mecanismos nos abren las
puertas al mundo digital, permitiendo que en tiempo real, inversionistas
de cualquier lugar del mundo puedan adquirir y negociar electrónicamente
los instrumentos financieros del Banco Central.
Estos beneficios a los que he hecho referencia,
se harán extensivos a los títulos del Gobierno Dominicano,
a los fines de crear un verdadero mercado de deuda pública
que impulse de manera definitiva el desarrollo del mercado de capitales
en la República Dominicana.
Eso, señoras y señores, es avance.
Eso es progreso. Eso es modernidad.
Como puede apreciarse, el gobierno tiene en marcha
toda una estrategia consistente y confiable para solucionar el problema
que hemos heredado del déficit cuasi-fiscal del Banco Central.
Desde el 16 de agosto, fecha en que prestamos el
juramento para servir de guía al interés nacional,
al momento actual, el presente gobierno ha terminado con lo que
podríamos considerar como el primer tramo de su gestión.
En ese breve período de tan sólo seis
meses ha obtenido, sin embargo, algunas conquistas fundamentales.
Por de pronto, ha evitado que se produjera el inminente colapso,
al tiempo que ha logrado rescatar la confianza y restituir la estabilidad
a la maltrecha economía nacional.
Ha logrado, en fin, aplicarle un torniquete a la
hemorragia que estaba desangrando al cuerpo exánime del pueblo
dominicano.
Señores Miembros de la Asamblea Nacional,
Ilustres Personalidades:
Durante más de dos décadas la economía
dominicana había estado evolucionando de manera ejemplar.
Luego de hacer la transición desde un sistema económico
basado en la exportación de productos agrícolas hacia
un modelo esencialmente de servicios, fundamentado en zonas francas,
turismo, remesas y telecomunicaciones, la República Dominicana
logró convertirse en uno de los arquetipos a imitar en América
Latina.
Pero independientemente de las causas que nos llevaron
a la situación de descalabro de los últimos años,
hay un hecho incontrovertible; y es que el modelo que tantos éxitos
nos proporcionó en el pasado ya no es una garantía
de nuevos triunfos en el futuro.
Como consecuencia del surgimiento de la globalización,
el mundo ha cambiado de manera abrupta y radical, y ese cambio está
teniendo un impacto dramático en las formas de funcionamiento
de las economías y las sociedades.
Las naciones que no se transformen y no se adapten
a las nuevas condiciones de la realidad del mundo, cada vez más
interdependiente e interconectado, irán perdiendo progresivamente
la capacidad para satisfacer las necesidades y aspiraciones de sus
ciudadanos, hasta finalmente sucumbir.
Comprendemos los inmensos retos que esto representa,
pues tal como hace cerca de un siglo lo sostuviera John Maynard
Keynes, el genial economista inglés, la mayor parte de las
veces la dificultad no estriba tanto en adoptar las ideas nuevas
como en saber desembarazarse de las viejas.
La República Dominicana no es una excepción.
En la actualidad, nuestro país se enfrenta a profundos desafíos;
y sólo en el compromiso solemne que hagamos todos, gobernantes
y gobernados, de enfrentarlos, descansan las esperanzas de garantizar
un porvenir lleno de prosperidad para nuestra población.
El primer gran desafío que al iniciarse el
siglo XXI la República Dominicana tiene por delante es el
de construir un Estado nacional moderno y eficiente.
Parecería una gran paradoja que frente a
un fenómeno creciente de globalización estemos planteando
que la construcción del Estado nacional moderno constituya
una prioridad en nuestra agenda.
Sin embargo, en ausencia de ese Estado nacional
podemos afirmar que simplemente no existimos como país, ni
para la comunidad internacional, ni para nosotros mismos.
Este país no puede continuar con la práctica
de ni siquiera poder proporcionarle un acta de nacimiento a cada
niño o niña nacidos en esta tierra, o un acta de defunción
a cada uno de sus muertos.
No podemos continuar con un Estado que no sea capaz
de garantizar la recogida de la basura, proveer agua potable, impedir
el caos en el tránsito, ponerle fin a los apagones o asegurar
un servicio adecuado en los hospitales públicos.
No podemos continuar con un Estado que no sea capaz
de reducir la pobreza, preservar el medio ambiente y los recursos
naturales, así como crear las condiciones necesarias para
superar el hambre, el desempleo y la falta de vivienda.
En resumen, necesitamos un Estado en cuyas instituciones
y su capacidad para hacer predominar la ley podamos confiar todos,
tanto nosotros, ciudadanos de este país, como los gobiernos
y nacionales extranjeros del mundo entero.
Construyamos un país ordenado, con instituciones
eficientes y funcionarios responsables, con una visión moderna
de gestión pública, flexible, ágil y transparente.
Construyamos un país bajo el imperio de la
ley. Cultivemos el orgullo de ser dominicanos, y de que en todas
partes del planeta se nos respete y se nos distinga precisamente
por esa condición: porque somos dominicanos.
Pero en adición a construir ese nuevo Estado
nacional, es imprescindible redefinir también un nuevo paradigma
de desarrollo económico y social.
Hasta ahora, a pesar de sus éxitos, el modelo
de desarrollo que hemos seguido en las últimas dos décadas
a través de las zonas francas se caracteriza por ser un modelo
de trabajo intensivo, concentrado esencialmente en la producción
de textiles y prendas de vestir y orientado hacia el acceso preferencial
del mercado de los Estados Unidos.
Aunque para algunos el actual problema de ese sector
se reduce a una pérdida de competitividad por apreciación
del peso dominicano, lo cierto es que el fenómeno es mucho
más complejo que eso.
Para las actuales autoridades, no hay dilema entre
la competitividad y una tasa de cambio de equilibrio. Ambos son
conceptos dinámicos.
La competitividad irá mejorando en la medida
en que la estructura de costos se vaya adecuando a la nueva realidad
cambiaria. Lo que no puede ocurrir es que la política monetaria
pueda ser utilizada como un mecanismo de coyuntura para corregir
problemas estructurales en la competitividad de algún sector
de la economía nacional; y esto así, sencillamente,
porque un país que aspira al progreso y al desarrollo sostenible
no puede fundamentar su estrategia de competitividad en un proceso
continuo de devaluación.
En sentido general, las zonas francas se enfrentan
en estos momentos a dos importantes desafíos. El primero
se refiere al desmantelamiento del sistema de cuotas establecido
en el Acuerdo Multifibras, luego sustituido por el Acuerdo sobre
Textiles y Vestuario, el cual concluyó el 31 de diciembre
del 2004; y el segundo corresponde a los problemas derivados de
la llamada Agenda de Doha, la cual ha fijado para el 2009, la eliminación
de los subsidios.
Después de haber tenido durante más
de veinte años un acceso preferencial al mercado de los Estados
Unidos, la República Dominicana, así como los demás
países de Centroamérica y el Caribe, verán
ese acceso erosionarse, al tiempo que China y la India, con costos
de producción más bajos y una industria integrada
de manera vertical, se convertirán en los grandes beneficiarios.
El sector textil de las zonas francas dominicanas,
el cual representa aproximadamente el 50 por ciento de las exportaciones
nacionales, deberá, conjuntamente con el gobierno, elaborar
un plan de reordenamiento y reconversión, con el propósito
de producir localmente las materias primas y los bienes intermedios
que se utilizan en la manufactura del bien final exportado.
En otras palabras, tenemos que crear las condiciones
para que se produzca un proceso deliberado de integración
de las industrias de zonas francas con otros sectores de la economía
nacional, a través del cual se expandiría la generación
de riquezas en la economía nacional.
La mejor forma de mitigar los efectos de la eliminación
del sistema de cuotas y de fortalecer la posición de competitividad
de los productores dominicanos de prendas de vestir en el mercado
norteamericano es a través de la aprobación en nuestras
cámaras legislativas del acuerdo de libre comercio con los
Estados Unidos, mejor conocido por sus siglas de DR-CAFTA.
La entrada en vigencia de ese acuerdo comercial
permitirá a la República Dominicana mantener el nivel
de empleo en las zonas francas, ya que evitaría la eliminación
de aproximadamente 23, 400 puestos de trabajo que se estima podrían
perderse debido al desmantelamiento de las cuotas de los textiles
y a la competencia asiática, a que hemos hecho referencia.
Naturalmente, los cambios en el sistema económico
no sólo se refieren al sector de zonas francas. En sentido
general, todos los sectores de la economía del país
están apremiados a profundos cambios en el porvenir inmediato
como consecuencia de la nueva competencia que surge de los cambios
mundiales.
Tomando eso en consideración, durante los
primeros meses de esta administración constituimos el Gabinete
Turístico, el cual está integrado por los ministros,
funcionarios y representantes del sector privado que inciden en
ese sector.
De la misma forma instituimos el Consejo Nacional
de Salud y Turismo (CONSATUR), que deberá velar porque en
el país existan las mejores condiciones sanitarias para quienes
nos visitan.
Una de las prioridades del presente gobierno es
el desarrollo de Pedernales y Barahona. A través de la Secretaría
de Estado de Turismo se está recibiendo la colaboración
del PNUD y la Organización Mundial de Turismo para el diseño
del Plan de Desarrollo Turístico del Suroeste.
Tengo que destacar que desde agosto del año
pasado se han iniciado proyectos turísticos con una inversión
que supera 1 mil 500 millones de dólares, dato que reafirma
el nivel de confianza que nuestro país ha venido recuperando
en los agentes económicos nacionales e internacionales.
Se inició en firme la conquista del mercado
brasileño, desde donde vendrán vuelos charters semanales
a partir del próximo mes de julio, y se ha dado apertura
a la Oficina de Promoción Turística en Rusia, desde
donde pretendemos atraer el mercado de los países de Europa
Oriental.
Señoras y Señores:
A pesar de la transición de la economía
nacional de un modelo agro-exportador hacia otro de servicios, lo
cierto es que el sector agropecuario sigue desempeñando un
papel fundamental en el conjunto de la economía nacional.
Así, por ejemplo, sigue siendo el principal
generador de empleos del país y el que garantiza la provisión
de alimentos a toda la familia dominicana.
Por tales motivos, nos proponemos, en este sensible
sector de nuestra economía, ejecutar de manera permanente
el Programa de Recuperación de la Producción de Alimentos
Básicos, como forma de mejorar la oferta de alimentos a precios
asequibles a la población dominicana.
De igual manera, fortalecer los programas sanitarios,
fitosanitarios y sistemas de diagnósticos de plagas y enfermedades;
establecer un sistema organizado y transparente de pignoración
para garantizar la adecuada comercialización de rubros sensibles
y perecederos, como son arroz, habichuelas y ajo; y ejecutar en
los próximos dos años el Proyecto de Apoyo a la Transición
de la Competitividad Agroalimentaria, el cual contempla un apoyo
a la adopción de tecnologías y asistencia técnica
para la reforma comercial e institucional.
Procederemos a afianzar la cartera de crédito
del Banco Agrícola; a promover un programa nacional de rehabilitación
y construcción de infraestructuras en el sector rural, tales
como caminos vecinales y sistemas de distribución de agua;
a ejecutar un programa de capacitación de técnicos
y agricultores y a aplicar una plataforma de agro exportación
con aquellos productores que tienen la capacidad de insertarse en
los mercados internacionales, para agregar valor a la producción,
incrementar su rentabilidad y crear empleos y riqueza.
Ahora bien, en una visión de mediano y largo
plazo, la estrategia de competitividad de la República Dominicana
debería estar orientada hacia la promoción de un modelo
de producción de capital intensivo, basado en la innovación
y el uso de las tecnologías modernas.
Al abordar temas de esta naturaleza, el destacado
pensador contemporáneo estadounidense, Jeremy Rifkin, en
su libro, La Era del Acceso, La Revolución de la Nueva Economía,
afirma lo siguiente: “Si la era industrial se caracterizaba
por la acumulación de capital y de propiedad física,
en la nueva era lo estimable son las formas intangibles de poder
que se presentan en paquetes de información y en activos
intelectuales.”
A esto añade:
“La separación de la humanidad en dos
esferas de existencia bien diferentes – la llamada división
digital – representa un momento definitorio de la historia.
Cuando un segmento de la humanidad no puede ni siquiera comunicarse
con otro en el espacio y en el tiempo, la cuestión del acceso
adquiere una importancia política de proporciones históricas.
En los tiempos venideros la gran división será entre
aquellos cuyas vidas se desarrollan de manera creciente en el ciberespacio
y aquellos otros que nunca tendrán acceso a ese potentísimo
nuevo ámbito de la existencia humana. Este es el cisma básico
que determinará buena parte de la lucha política en
los próximos años.”
Conscientes de esa realidad, la actual administración
se encuentra en estos momentos trabajando intensamente para un relanzamiento
del Parque Cibernético de Santo Domingo, hacia donde nos
proponemos atraer nuevas inversiones que permitan incrementar el
valor agregado del producto nacional.
Debido a que un centro de innovación como
el Parque Cibernético opera en base a conocimientos, y por
consiguiente, sólo puede desarrollarse plenamente donde hay
recursos humanos especializados, hemos llegado a un acuerdo con
el Instituto Stevens de Tecnología de los Estados Unidos
y la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, para
que dentro de la referida instalación podamos disponer de
una unidad de excelencia académica que otorgue títulos
de maestría y doctorado en las áreas de informática,
biotecnología e ingeniería de software.
Esa, por supuesto, será una magnífica
oportunidad para jóvenes de talento, que podrán cultivarse
a plenitud en esas áreas, consideradas en la actualidad de
vanguardia, e impulsar el desarrollo del país por nuevos
senderos de generación de productividad, innovación
y modernidad.
Después de todo, quién sabe cuántos
Bill Gates ocultos y desconocidos proliferan por los campos y ciudades
de la República Dominicana.
El gran talento joven dominicano necesita apoyo
e incentivo. Nosotros se lo proporcionaremos.
Considerando precisamente que es en el desarrollo
del capital humano donde reside el futuro de la nación, le
estamos otorgando a la educación la categoría de actividad
prioritaria en esta gestión de gobierno.
En estos momentos se lleva a cabo un Foro Presidencial
por la Excelencia Académica, el cual procura integrar a los
diversos actores del sector educativo del país, esto es,
a maestros, padres, alumnos, amigos de las escuelas y expertos,
a los fines de definir una estrategia consensuada sobre los contenidos
curriculares y los nuevos objetivos por los que debe orientarse
la enseñanza en la República Dominicana.
Aspiramos a una cobertura universal y a una educación
de calidad. Trabajamos para instalar laboratorios de computadoras
en todas las escuelas públicas. Iniciaremos, con los auspicios
del Despacho de la Primera Dama, la construcción de centros
tecnológicos comunitarios en los distintos municipios del
país; construiremos, de igual manera, los primeros community
colleges; diseñaremos un plan de becas en el exterior para
estudiantes meritorios; entregaremos, en los próximos meses,
los edificios de la Universidad Autónoma de Santo Domingo
en Santiago y Puerto Plata, así como la biblioteca de la
sede central; y pondremos pronto en ejecución los proyectos
pilotos de educación bilingüe en el sistema escolar
público.
Observando con preocupación la suerte de
miles de estudiantes universitarios que se ven obligados a abandonar
sus estudios, o están sujetos a fuertes limitaciones, hemos
decidido lanzar un programa que va en su auxilio y que denominamos,
Tarjeta Joven Universitario.
El programa consiste en la emisión de una
tarjeta de crédito, con un límite de hasta 10 mil
pesos, en favor de jóvenes universitarios de escasos recursos.
En lo inmediato, el programa incorporará
a 25 mil estudiantes, pero se incrementará hasta 100 mil
en el transcurso de la actual gestión de gobierno. La tasa
de interés a pagar será de carácter preferencial
de un 3.5 por ciento sobre saldo insoluto. El plazo para el pago
mínimo, de 18 meses.
¿Cómo podrán estudiantes de
escasos recursos cumplir con sus obligaciones derivadas del uso
de la tarjeta de crédito?
Podrán hacerlo, porque tanto en las distintas
instituciones del gobierno, como a través de incentivos que
crearemos en el sector privado, esos estudiantes se irán
incorporando como pasantes, recibiendo el salario mínimo.
Es importante aclarar que el plan a que estamos
haciendo referencia no constituye un subsidio, sino una facilidad
de crédito, con aval del gobierno, que sirve de plataforma
para la incorporación de nuestra juventud al mundo del dinero
plástico, el trabajo productivo y la modernidad.
En el sector de salud pública, nos proponemos,
desde ya, la terminación y apertura de sub-centros, hospitales
locales y clínicas rurales, en las ciudades de Santo Domingo,
San Cristóbal, Monte Plata, San Francisco de Macorís,
María Trinidad Sánchez, Cotuí, Barahona, Bahoruco,
Pedernales y San Juan de la Maguana.
Se procederá al relanzamiento de la estrategia
de atención primaria en salud, con un enfoque intensivo de
lucha contra la pobreza, por medio de 500 equipos de salud familiar,
los cuales serán responsables de las siguientes acciones:
Primero: Vacunación de un millón de
niños menores de un año.
Segundo: Cubrir el 85 por ciento de los municipios
de elevada prevalencia de tuberculosis.
Tercero: Asegurar el éxito epidemiológico
mediante el control estricto de la malaria, el dengue, la rabia
y la meningitis.
Cuarto: Vacunar 560 mil estudiantes contra la rubéola
y el sarampión; y
Quinto: Cobertura con medicamentos antirretrovirales
y fármacos contra las infecciones de HIV positivo y SIDA.
Es hoy motivo de gran preocupación para el
gobierno el que a pesar de que el Sistema Dominicano de Seguridad
Social, que inició sus operaciones a finales del año
2001, y que hoy cuenta con alrededor de un millón 190 mil
trabajadores y empleadores afiliados al seguro de vejez, discapacidad
y pensiones, no se haya dado inicio al Seguro Familiar de Salud
del Régimen Contributivo.
Esa situación provoca que los afiliados y
dependientes de ese sistema de seguro se encuentren desprotegidos
de los servicios que el sistema proporciona.
Es un compromiso impostergable de nuestro gobierno
que en este año se ponga en marcha el Seguro Familiar de
Salud del Régimen Contributivo y se amplíe la cobertura
del régimen subsidiado, lo cual se inscribe en la estrategia
de reducción a la pobreza que viene desarrollando la presente
administración.
Reconozco que existen aspectos que limitan la materialización
de esta conquista del pueblo dominicano, tales como la doble afiliación,
el costo del Plan Básico y tarifas de honorarios profesionales,
entre otros, pero la seguridad social es un compromiso nacional
y todos debemos aportar para su plena cristalización.
A los fines de superar estos obstáculos estoy
instruyendo al Secretario de Estado de Trabajo para que en su calidad
de Presidente del Consejo Nacional de Seguridad Social, declare
a este organismo en sesión permanente a los fines de que
se elabore la propuesta definitiva de puesta en marcha del Seguro
Familiar de Salud del Régimen Contributivo.
De igual manera, estoy impartiendo instrucciones
para que el Vice-presidente de la República, Dr.Rafael Alburquerque,
coordine el proceso de diálogo y concertación necesaria
entre las partes representadas en el Consejo Nacional de la Seguridad
Social.
Señoras y Señores:
Apelo a vuestra generosa indulgencia para que me
permitan hacer referencia, aunque sea brevemente, a dos temas que
estimo cruciales para la vida nacional: el relativo al sector eléctrico
y el atinente a la seguridad ciudadana.
En lo que respecta al sector eléctrico, el
gobierno ha puesto en ejecución un amplio plan de reforma,
diseñado en consulta con el Banco Mundial y la USAID, que
procura, en el corto plazo, reducir las pérdidas, mejorar
los niveles de cobro y controlar los costos operativos de las empresas
distribuidoras y la Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas
Estatales.
De igual forma, garantizar el suministro de energía
en más de un 70 por ciento a los barrios afectados por apagones
permanentes, mediante el Programa de Reducción de Apagones
(PRA), que es considerado como parte de la acción social
del gobierno en beneficio de los pobres; iniciar la revisión
de los contratos con Congetrix y Smith Enron; la revisión
del contrato de compra venta con Unión FENOSA para la adquisición
de Edenorte y Edesur, y programar la revisión del llamado
Acuerdo de Madrid.
Las medidas de mediano plazo tienen como propósito
realizar las reformas institucionales y estructurales que permitan
sostener el equilibrio financiero y la normalización en el
suministro y la calidad del flujo eléctrico.
Ese plan tiene, además, como objetivo la
reducción de las pérdidas de las líneas de
transmisión a alrededor de 30 por ciento y el mejoramiento
de las tasas de cobranza a cerca de 90 por ciento hacia finales
de este año.
Con respecto a los actos de violencia producidos
por robos, homicidios, asaltos, secuestros, violaciones, consumo
y tráfico de drogas, los cuales han estremecido hasta el
horror a la familia dominicana, me permito informar que también
con la asistencia de organismos internacionales especializados,
el gobierno ha elaborado el Plan de Seguridad Democrática
para la República Dominicana.
Ese plan contiene, esencialmente, tres líneas
de acción, las cuales son: en primer término, el fortalecimiento
institucional de la policía; segundo, la introducción
de la policía comunitaria en los barrios o zonas más
afectados por la violencia y la criminalidad; y tercero, el adiestramiento
de la policía para casos de situaciones extremas, que van
desde la lucha contra el narcotráfico hasta los desastres
naturales.
Se dotará a la policía de medios de
transporte, comunicación, chalecos y cascos, entre las herramientas
necesarias para incrementar la presencia efectiva en las calles.
Se modernizará el proceso de reclutamiento,
así como los planes y programas de la carrera de la Policía
Nacional.
Se fortalecerá la Dirección de Asuntos
Internos como mecanismo de control para combatir la corrupción
al interior de la policía.
Se establecerán indicadores de desempeño
policial, a los fines de promover en base al mérito.
Se desarrollarán estrategias para la detención
de los líderes y grupos dedicados al robo de vehículos,
secuestros, robos, hurtos, tráfico y comercio de drogas.
Se establecerá una línea telefónica
de denuncia de delitos que garantice el anonimato del denunciante
en la transmisión de la información.
Se diseñará un sistema profesional
de estadísticas, de base de datos y de mapeo de la criminalidad,
para tener un verdadero control de las acciones delictivas.
Se mantendrá una presencia permanente de
la policía en las calles para establecer una relación
directa con la comunidad.
Se redefine el concepto de patrulla en los barrios,
no sólo como vigilancia, sino como prevención y recuperación
del espacio público.
Se organizará la policía comunitaria
en relación con los barrios, y se formarán los consejos
barriales de prevención del crimen.
Se diseñará una política de
desarme basada en la regulación y control sobre el porte
y tenencia de armas.
En fin, señoras y señores, no escatimaremos
esfuerzo alguno en pulverizar el crimen y el narcotráfico
en la República Dominicana. En hacerle entender a sus autores
que frente a sus desmanes, aquí hay un gobierno que los combatirá
con el rigor y la fuerza de la ley, que aplicará la mano
dura, y que desde ya les asegura que no pasarán.
Señores Miembros de la Asamblea Nacional:
Estoy consciente que hay algunos temas de interés
nacional que merecen alguna reflexión. Tal es el caso, por
ejemplo, del Metro de Santo Domingo.
Hasta ahora, el debate que se ha suscitado a través
de los medios de comunicación ha resultado abierto, plural
y democrático.
Personalmente, valoro todas las opiniones. Tanto
las que están a favor como las que están en contra;
y no pierdo de vista que algunas de las inquietudes expresadas se
deben a comprensibles temores sobre nuestra capacidad técnica
y financiera para emprender una obra de esa magnitud en estos momentos.
Observaciones análogas recibió en
los Estados Unidos el presidente Franklyn Delano Roosevelt, cuando
en medio de la Gran Depresión de los años treinta,
con el propósito de reactivar la economía de su país,
estableció la política del New Deal y ordenó
la construcción de numerosas obras públicas, en especial,
las del sistema de presas del valle de Tennesse.
No olvidemos tampoco que en Francia hubo una gran
oposición para que se construyera en el Campo de Marte la
Torre de Eiffel, hoy símbolo de esa gran nación.
En distintas ocasiones he sostenido que en países
como los nuestros predominan dos agendas: una, que se corresponde
con la época pre-moderna, y que consiste, esencialmente,
en la satisfacción de las necesidades básicas de la
población; y la otra, la moderna, que nos conduce, como dice
Rifkin, al mundo del ciberespacio y la era digital.
Tenemos que prestar gran atención y ser eficaces
en la solución de los problemas que son esenciales para la
sociedad dominicana, pero al mismo tiempo estamos compelidos a ir
creando las condiciones que nos permitan acceder al mundo de la
nueva economía, pues de lo contrario, aunque hayamos lo resuelto
lo primero, estaremos siempre condenados al rezago y el subdesarrollo.
No nos dejemos atemorizar ante los desafíos
de realizar una gran obra de progreso, sea la que fuere; y ahora,
señoras y señores, e independientemente de la decisión
final que adoptemos sobre el caso, permítanme invitarles,
para que juntos subamos al tren de la alegría, el cual habrá
de conducirnos a la estación del desarrollo y la modernidad.
Mantengamos la fe y la esperanza en un porvenir
más luminoso para el pueblo dominicano, pues al cabo de seis
meses de gobierno, puedo asegurar aquí, que en la República
Dominicana, definitivamente, E Pa Lante que Vamos!
Muchas gracias.
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