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Mons. Agripino Nuñez Inauguración Sala Rafael Herrera (
16 - 03 - 03)
Mons. Agripino Núñez Collado Nos complace celebrar esta actividad en el marco del cuadragésimo aniversario de la fundacion de la Universidad. Con esta designación y la apertura de la Sala, hemos querido perpetuar la memoria y el ejemplo de superación que fue Don Rafael Herrera, a través del estudio permanente, y recrear en los objetos que se exhiben, la personalidad sencilla y generosa de una vida que transcurrió plenamente en la lectura, el estudio y la búsqueda de soluciones a los problemas, en los momentos acuciantes de crisis nacionales. Cuando se produjo el sentido fallecimiento de Don Rafael ya doña Rosa, su abnegada y amorosa esposa, con el apoyo de sus apreciados hijos, Agueda y Héctor, había tomado la decisión de donar a la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra la extraordinaria biblioteca de más de siete mil títulos que le pertenecieron, y que hoy, ya clasificados y procesados en una buena parte, ponemos a disposición de estudiantes, profesores e investigadores. Entendemos que el mejor reconocimiento que podemos hacer a la memoria del ex-director del Listín Diario es ofrecer este rico patrimonio a la juventud dominicana, no sólo para que se nutra del variado contenido de estas obras, sino también, para que tenga como arquetipo a este excepcional dominicano que invirtió sus recursos y todo el tiempo disponible de su fecunda existencia, a la adquisición de estos volúmenes. Las obras adquiridas por don Rafael Herrera no fueron un lujo o adorno de su exhibición en los estantes de su biblioteca, ni la simple pasión de un coleccionista. Don Rafael leyó cada volumen que atesoró. Nos consta por los testimionios suyos cuando nos hablaba entusiasmado de sus lecturas más recientes, y lo comprobabamos como todos los dominicanos, por la profundidad y pertinencia de los enjundiosos editoriales que fueron cátedra cotidiana en el Listín y por la elevación intelectual que fluía en una simple charla en la que era fácil descubrir su singular erudición. Rafael Herrera fue un verdadero apóstol del libro, el cual promovió a través de sus editoriales en el Periódico Listín Diario y cuando ocupó la posición de Presidente de la Comisión Permanente Pro-Feria del Libro, de la cual fue un constante colaborador y propulsor, contribuyendo a la cobertura internacional de este evento anual. Sus editoriales, discursos y otros escritos, así como su actitud de servicio al país, muestran a un intelectual de amplia cultura, grna conciliador y humanista. Pero, sobre todo, a un hombre bueno y confiable, siempre dispuesto a colaborar con las causas nobles. Bajo el título de "Vida Dominicana", esta Universidad publicó una selección de editoriales del Listín Diario escritos por Rafael Herrera en dos tomos, editados en 1978, el primero y, en 1981, el segundo. Ambas publicaciones han sido y continúan siendo fuentes de consulta obligada para los estudiosos de los problemas fundamentales del país en las áreas política, económica, social, agrícola y para una mejor comprensión del acontecer dominicano. Don Rafael nació y vivió entre libros. Fue un voraz lector desde su niñez. De esa esencial inclinación por el estudio nos habla su entrañable primo hermano quien, como él, fue un eficiente y entusiasta colaborador de la Madre y Maestra: don Héctor Incháustegui Cabral. Cuenta don Héctor, en El Pozo Muerto, cómo ambos se las ingeniaban en negocios infantiles y juveniles para comprar volúmenes recién llegados a Baní; o para asaltar la Biblioteca de don Fabio, la más grande y variada del pueblo; o husmear en los viejos armarios que habían traído desde Inglaterra y filadelfia los Billini, distinguidos parientes de aquellos dos inquietos jóvenes que ya entonces leían a Rosseau, Pestalozzi, los clásicos de la poesía española, Las Aventuras de Buffalo Bill, Nick Carter, Las Traducciones de Shakespeare, El Misterio de las Alcobas Reales, Los Romances del Duque de Rivas, entre otros. Este singular autodidacta que fue don Rafael, ya traducía al español, desde temprana edad, del inglés y del francés, llegando a convertirse en el mejor traducto dominicano de esa época por la amplitud del vocabulario y el admirable conocimiento de la lengua que empezó a adquirir leyendo una Bilia detrás de un mostrador, según nos refiere Don Héctor. Recuerdo que puse de manifiesto esa vehemencia por el libro, que era casi fanatismo en don Rafael, en las palabras que pronuncié cuando nuestra Universidad le otorgó el Doctorado Honoris Causa. Dije entonces que "don Rafael se vió precisado a abandonar la escuela a muy temprana edad. Pero le demostró a su generación y a las generaciones que habían de sucederle, que cuando se tiene voluntad, dedicación, amor al trabajo y vocación de servicio, el ser humano es capaz de crecer y realizarse en medio de las circunstancias más adversas". Agregué que "las inquietudes intelectuales de Don Rafael, su amor a la lectura y su pasión por ensanchar sus horizontes culturales lo habían convertido en uno de los dominicanos de más prestigio", y señalé que, "desde muy joven, don Rafael luchaba, se superaba, estudiaba, se perfeccionaba y servía al país desde el púlpito de la información cotidiana". Destaqué que "en su trabajo silencioso, protegía y promovía los intereses nacionales. Era el orientador que desde las páginas editoriales del Listín Diario, día a día, ofrecía a sus conciudadanos una cátedra de sensatez, de mesura, hombría de bien, de optimismo y esperanza de concicliación y entendimiento, de valentía sana y de justicia amable." Es interesante resaltar hoy esta ejemplar faceta de su personalidad, que puse de relieve en aquellas ceremonia: "Desde el diario que dirige, don Rafael ha demostrado un constante interés por la promoción del libro, reflejo de su deseo de contribuír al mejoramiento cultural de sus conciudadanos". Y, a propósito del libro, reproduje fragmentos de un editorial que él escribió el 17 de junio de 1966. Decía don Rafael: "Con la publicación de libros se fomenta extraordinariamente, la actividad intelectual, indudablemente porque supone, además de la labor de creación, un marcado interés de comunicarse. En toda comunidad los hechos aislados adquieren valor cuando son compartidos, esto es, cuando dejan de ser "islas" y se convierten, por así decirlo, en ríos, prados, pueblos, ciudades...". "No hay un libro malo donde no se encuentre algo bueno. Por lo mismo, todo libro nos permite esperar que en sus páginas haya una frase, siquiera una frase, que nos sirva para acrecentar nuestro conocimiento. O para encauzar nuestras posibilidades hacia un mejoramiento de nuestro íntimo ser". Y quien les habla, concluía: "este amor a los libros y el ardor y la pasión con que se ha abrazado al estudio y a la autosuperación, este dominicano ejemplar, quisiéramos fuera imitado no sólo por aquellos que no han tenido la oportunidad de llegar a las aulas universitarias, sino también por todos los profesores dominicanos". Por eso, la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra se honra al conservar y preservar estos documentos y objetos personales de don Rafael Herrera para que las presentes y futuras generaciones conozcan, aprecien e imiten la vida y la obra de este destacado humanista. En la sala identificada con el nombre de Rafael Herrera Cabral se exhiben ediciones "príncipes", únicas, agotadas; y encuadernaciones especiales, entre otras, ya integradas a la Base de Datos de este Recinto para facilitar el acceso a través del Catálogo en Línea, vía Internet, y por medio de la terminal ubicada en ese espacio. La colección está identificada con las siglas FRH (Fondo Rafael Herrera). Esta colección, de carácter económico, político, educativo, literario, filosófico, religioso, artístico, histórico, sociológico, se complementa con otros recursos, como artículos periodísticos y obras dedicadas a Don Rafael o alusivas a su persona. Al designar la Biblioteca del Recinto Santo Tomás de Aquino con el nombre Rafael Herrera Cabral, la Universidad rinde homenaje a un dominicano que con su pluma, conversaciones y ejemplo, mantuvo una lucha diaria por el progreso del país, enfrentando las más diversas dificultades, sin dejar de sonreír y sembrar esperanza. Su biblioteca privada, fruto de una larga vida de ejercicio intelectual y culto a la palabra escrita, conforma un rico aval bibliográfico que, gracias a la generosidad de doña Rosa, se pone a disposición del público con la creación y apertura de la Sala que también lleva su nombre. Qué mejor ambiente, la Biblioteca, para abrigar uno de los tesoros más preciados de don Rafael: sus libros, que vienen a enriquecer el acervo bibliográfico de esta Universidad y a dar continuidad a su labor de guía y orientador del pueblo dominicano. Estoy seguro de que don Rafael, desde el lugar de los bienaventurados, en la casa del Padre común; se siente complacido del acto que hoy celebramos en compañía de sus familiares y amigos. Mons. Agripino Núñez Collado |