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| El misterio de las palabras (sin fecha)
Las palabras tienen virtudes mágicas. Su poder de evocación
es enorme. Ellas transforman el mundo, porque su contenido espiritual
es tan amplio cuanto sea posible concebir por el ser humano. Y algunas
hasta van más allá de la simple apreciación,
y conducen el pensamiento por sendas ignoradas, en descubrimiento
de nuevas realidades.
Pero así como son útiles, también
ocasionan numerosos daños. Han sido creadas en la realidad
y en el sueño. Y describen la realidad y anuncian lo imprevisible
que solamente es perceptible en ciertos estados de ensoñación.
Con una palabra se dice, pero sobre todo se calla.
Porque si son afirmaciones, también encierran negociaciones,
porque el ser se esconde en ellas para vivir una existencia propia,
en un mundo peculiar que no es valedero sino para quienes estén
en el secreto.
Se transforman las palabras como los sentimientos.
Son entes vivos, fulgurantes, oscuros, tristes, alegres, apasionados
y fríos.
Se vulgarizan con el uso frecuente. Se hacen elevadas,
señeras, dominantes, intangibles. Significantes y traicioneras,
lúcidas y oscuras, las palabras conducen, desvían,
trastruecan, designan, confunden, orientan, construyen, matan.
Para usarlas es menester su amistad, su conocimiento,
como ciertas materias químicas que cuando manejadas inadvertidamente,
equivocadamente generan nuevos cuerpos casi siempre peligrosos.
Medio seguro de comunicación, alejan, sin
embargo, rompen vínculos, establecen fronteras y barreras
insalvables.
Porque las palabras, ¡ay las palabras¡,
tienen poderes mágicos.
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