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Problema de las Huelgas ( 27 - 8 - 63 )
La huelga es un legítimo derecho que tienen los obreros sindicalizados
para la defensa de sus intereses colectivos, el cual está
consagrado en las legislaciones de todos los países democráticos
del mundo. Como todo derecho, no puede ser absoluto, y su ejercicio
está regulado por normas y procedimientos establecidos por
la ley, a fin de que éste se circunscriba a sus lícitos
propósitos, que son la salvaguarda de esos intereses, mediante
la obtención de mejores y más equitativas condiciones
de trabajo.
Para que tal ejercicio sea absolutamente legítimo,
la huelga debe ser justa y legal. Justa, en cuanto a que las aspiraciones
de los trabajadores sean razonables, es decir que las mismas no
pueden producir, si son obtenidas, la ruina o incosteabilidad de
la empresa, en cuyo caso los resultados serían contraproducentes
y catastróficos, hasta para los propios obreros que hubieran
triunfado, ya que, al destruirse la empresa, perderían definitivamente
su honrado medio de vida, que es el trabajo.
La huelga debe ser también legal, o sea
ajustado su ejercicio a los requisitos y procedimientos ordenados
por la ley, normas que en veces lo limitan, cuando afecte, en forma
desfavorable, los intereses generales de la colectividad.
La actual legislación dominicana establece
para la huelga un procedimiento más o menos similar al que
existe en los otros países democráticos, el cual permite
a los trabajadores ejercitar ese derecho, mediante regulaciones
que son necesarias para evitar, o atemperar por lo menos, las graves
perturbaciones sociales y económicas que suelen producirse,
como consecuencia de la paralización temporal de las actividades
obreras.
La huelga es además de un derecho, el último
recurso que tienen los trabajadores para la defensa de sus intereses
colectivos, y debe ser utilizado cuando todos los medios amigables
de conciliación hayan resultado infructuosos. No es un fin,
como pretenden las doctrinas socialistas de extrema izquierda, las
cuales consideran que la solución del problema social sólo
puede ser obtenida por medio de la lucha feroz de clases, la abolición
de la propiedad privada y la implantación de la dictadura
del proletariado.
Cuando la huelga se desplaza de su finalidad esencial
que es la defensa de intereses obreros, para convertirse en el arma
favorita de esa lucha de clases, o en un medio de perturbación
social, auspiciado por intereses políticos extremistas, destinado
a crear alteraciones en la paz pública o en los servicios
generales que afectan a la comunidad, dicha huelga deja de ser un
derecho para convertirse, pura y simplemente, en un método
sistemático de agitación y desorder4 que no puede
estar protegido por la ley.
Algunas de las huelgas que se han producido en
el país parecen tener ese peligroso carácter, por
lo cual sería conveniente que las autoridades sean muy estrictas
en el cumplimiento de la ley, para evitar la proliferación
de este estado de cosas que amenaza, muy seriamente por cierto,
no sólo el desarrollo económico del país sino
la necesaria tranquilidad de la familia dominicana.
Otro aspecto que es necesario observar, detenidamente,
es el desorbitamiento que se advierte en las aspiraciones de algunos
trabajadores, las cuales muchas veces rebasan las posibilidades
financieras de los patronos, lo que al fin y al cabo puede producir
un estancamiento, o por lo menos una apreciable mengua, en el proceso
evolutivo de las actividades empresariales.
Hay que anotar, por último, que en muchas
ocasiones el aumento de los salarios, obtenido por los obreros,
no es correlativo con el aumento de la producción, ya que
ésta, en vez de acrecentar, ha disminuido, con grave detrimento
para la economía nacional por los efectos inflacionarios
que esto origina. En próxima nota editorial nos proponemos
tratar acerca de este tema, que consideramos de verdadera importancia
para el futuro de nuestro país.
Hemos sido, y seguiremos siendo, convencidos defensores
de los derechos de los trabajadores y de la necesidad de crear e
impulsar vigorosamente una verdadera justicia social, pero entendemos
que los sistemas o métodos que se utilicen, para lograr ese
noble fin, deben estar siempre inspirados en principios de absoluta
equidad, dentro de las normas democráticas en que se fundamenta
la vida institucional de la República.
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