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Los antiguos griegos llamaban "ocio útil" al tiempo
aprovechado en producir obras que no conllevan necesariamente a
un sentido material pero que contribuyen a darle un sentido real
a la existencia.
La obra de arte en sí no tendría
fuerza creadora si no fuera vehículo de subsiguientes fluencias
cumpliendo un fin social en cuanto propiciadora de manifestaciones
de la inteligencia humana y de su propensión a fomentar lo
espiritual como causa superior de la vida.
Y es que mientras el hombre no da de sí,
reconociendo a sus semejantes, allegándolos a su corazón,
no ha cumplido con la sociedad donde se mueve, de la cual forma
parte y para la que tiene obligaciones ineludibles.
Tal vez sin hacerse estas consideraciones, sin
sutilizar su modo de ser, un grupo de damas capitaleñas está
realizando una intensa labor de bien social, llenando lo que podría
considerarse el vacío de sus vidas, con una actividad creadora
de grandes alcances.
Veamos el caso del Grupo Experimental de Arte Dramático.
Por su condición social podría considerárseles
ajenas a cuanto las rodea de su vida familiar y de interrelación.
Sin embargo, recurren a la sentencia clásica
del "ocio útil", piensas en compartir sus posibilidades
más allá de los suyos, y extender su campo de acción
para ser útiles a la sociedad donde les ha tocado vivir.
Utilizan un medio difícil: el teatro, que
las obliga a hacer un penoso y largo trabajo, puesto que sus condiciones
no tienen otro apoyo que su amor y su caridad. Caridad, una de las
más encendidas formas de amor, como decía San Jerónimo.
Pero no lo hacen para goce personal. Ni siquiera
para recibir la satisfacción del halago de allegados, el
posible aplauso del público, sino para que su propio deleite
se convierta en otro útil, y ayudar con sus esfuerzos a quienes
no tienen medios ni posibilidades de mejorar.
Porque si trabajan, y cobran por su trabajo, es
para producir emolumentos para darlos a los necesitados.
No solamente ponen su labor personal, sino contribuyen
con aportes en especie, indispensables para montar una obra de teatro.
Y así, quién un traje, cual un mueble, tal su costura,
aquella un abanico, una flor, una mantilla... se hacen participantes
actuantes, sin alarde, sin estridencias, silenciosamente, como es
el amor callado que se nutre de corazón.
Como este grupo hay otros, con distintas finalidades,
con diversos medios de expresión. Pero tanto unos como los
otros están conscientes de no ser meros objetos de sociedad,
sino, afanosas abejas, son parte activa de la colmena. Y dan con
amor para dar fomento de miel, cumpliendo el precepto bíblico
"Ama a tu prójimo como a ti mismo".
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