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Encíclica II ( 3 - 8 - 68 )
La Encíclica De la Vida Humana alumbra con clarísima
y enérgica luz un camino para la paternidad cristiana responsable
y la luz es tanta, que alumbra hasta el fondo del camino, que es
un callejón sin salida para la pareja humana en el mundo
moderno.
Dice la encíclica, ante las prácticas
anticonceptivas: no lo hagas.
En las comunidades de hoy día que se consideran
altamente desarrolladas, equivale a decirle a un grandísimo
número, a un grandísimo número creciente: no
lo hagas más.
Y lo dice a comunidades humanas en que el divorcio,
contrario a la ley natural del matrimonio cristiano, es parte fundamental
del sistema de derecho.
Lo dice a comunidades humanas en que la separación
de vida sexual y procreación se ha ido ampliando cada vez
aún antes de los nuevos anticonceptivos.
Aún antes de la actual alarma mundial ante
la explosión demográfica.
Un autor británico ha señalado recientemente
que la juvenil, supuesto de las otras revoluciones juveniles, es
la libertad sexual, sin consecuencias de procreación, lograda
por los nuevos anticonceptivos.
De este modo los jóvenes de las naciones
desarrolladas no sólo se han revelado contra la autoridad
familiar, sino que se han emancipado de la propia atadura y carga
de crear una familia no deseada.
Ha surgido así una nueva y explosiva movilidad
social.
Por cierto que la subcultura hippie, que da el
tono a este período o hiatus de la vida moderna, proclama
"el poder del Amor".
Aunque muchas de sus manifestaciones más
recientes sean de carácter agresivo y violento.
Su Santidad se dirige, en cuanto al mundo desarrollado,
a un mundo que muchos consideran poscristiano y poscivilizado.
Mucho de ese mundo existía ya en la época
de la encíclica Casti Connubi, más rígida aún
que De la Vida Humana.
Sin embargo, la encíclica de Pío
XII no causó ni siquiera un asomo de la conmoción
que la de Paulo VI.
Era la afirmación de la posición
tradicional de la Iglesia, en un mundo no tradicionalista y secularizado.
Parecían dos cosas bien apartes.
Pero ocurre ahora que este mundo poscristiano y
pos- civilizado, ha descubierto súbitamente a la Iglesia
como su propia comunidad de vida.
La palabra laico tiene ahora su nuevo sentido.
La verdad que nuevamente millones quieren ser cristianos,
vivir en cristiano.
Millones quieren ser ahora cristiano, cristianos
con libertad de conciencia, cristianos inquisidores en nombre de
la libertad de conciencia, cristianos marxistas, cristianos hippies,
cristianos a la holandesa, cristianos a lo Che Guevara, cristianos
de película sueca, cristianos católicos a lo cristianos
de película sueca, cristianos católicos a lo pro-
protestante y muchas otras cosas.
Esto hace muy difícil que el Papa pueda
ser cristiano a lo Paulo VI.
En Inglaterra, por ejemplo, está en fase
avanzadísima la remodelación de las ciudades capitales
de la Revolución Industrial, Birmingham o Manchester, pongamos
por caso.
Las tiznadas, estrechas e incómodas casas
de apartamientos del siglo pasado han sido sustituidas por casas
de apartamientos modernas, cómodas, higiénicas y alegres,
construidas en zonas con jardines, escuelas, centros comerciales
y centros recreativos.
En esas viviendas que dan dignidad y decoro a la
vida los trabajadores, uno no podría imaginarse una familia,
numerosa con madre trabajando fuera y ya abolido el servicio doméstico.
De modo que en las naciones modelos del mundo actual,
no existen ni las circunstancias sociales ni el ámbito para
una familia numerosa.
Eso es una sociedad orientada hacia el bienestar
e inspirada en la ética cristiana de la vida social.
Entonces cabe preguntarse: Con las actitudes morales
o inmorales del mundo moderno, dentro del ámbito físico
sociológico de ese mundo, ¿puede tener vigencia la
norma de la encíclica papal?
Porque lo cierto es que este mundo extravagante
de hoy está teniendo un nuevo espasmo de cristiandad, y por
eso la encíclica De la Vida Humana ha sido tan estremecedora.
Continuaremos.
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