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Destino Dominicano I ( 31 - 12 - 65 )
El deber de todos los dominicanos es rescatar a breve plazo
la soberanía nacional tan vejaminosamente avasallada.
Frente a esa situación, la nación
dominicana no ha podido forjar la unidad, clara, viril, sin recelos
para tan noble empresa.
¿Por qué?
A los dominicanos les ha faltado el espontáneo
acuerdo colectivo sobre las cuestiones fundamentales, que es la
fuente del intrínseco vigor de las naciones.
Dominicanidad se ha tornado en consigna partidista,
no en bandera de unión y solidaridad.
Para fundar esa unión y solidaridad
nosotros creemos que es necesario siquiera un instante de introspección,
para entonces acometer la tarea urgente y necesaria, aquí
y ahora.
¿Qué es la República Dominicana?
A esa introspección están dedicados
los dos primeros editoriales de esta serie: El Destino Dominicano.
Los dos últimos editoriales estarán
dedicados a proponer "la tarea urgente y necesaria".
¿Qué es la República Dominicana?
Comenzamos por definirla desde el punto de vista
de la Justicia Social, que en el mundo moderno es la justa distribución
de los ingresos provenientes de la producción de bienes y
servicios de una comunidad nacional.
Examinemos el aparato económico de la República
Dominicana.
A primera vista, la República Dominicana
es uno de los países más socializados del mundo.
A primera vista, más socializado que Inglaterra
o Suecia.
El Estado dominicano es dueño de una de
las empresas estatales más grandes del mundo: la Corporación
Azucarera Dominicana.
Posee el Banco Central (en otros países
hay intereses privados en la Banca Central).
Posee también el mayor banco comercial
del país.
Posee o controla gran parte del sistema industrial
del país.
Es poseedor de la mayor parte de las tierras dominicanas.
El Estado dominicano bien por medio de impuestos
o por medio de las corporaciones públicas se incauta el 30
por ciento o más del Producto Nacional (la suma de bienes
y servicios producidos por el país anualmente).
Este nivel de tributación es de los más
altos del mundo, superior al de muchas naciones industrializadas.
En la América Latina no hay ninguno que se le aproxime.
A primera vista, control estatal de la actividad
económica y alto tipo de tribulación, demuestran un
alto grado de desarrollo.
Y podría ser un medio de distribución
de ingresos con miras a la Justicia Social.
Pero los dominicanos sólo encontramos atraso,
pobreza y desempleo en torno nuestro.
¿Porqué así?
Porque la base de la economía dominicana
es sumamente estrecha, ineficiente y primitiva.
Sobre la paupérrima y primitiva base agraria
de nuestra economía, se ha edificado una superestructura
abrumadora, asfixiante, paralizadora de todo dinamismo económico
y social.
Tenemos la inmensa burocracia civil y militar del Estado.
Tenemos la burocracia estéril y rampante
de las corporaciones públicas y los miles de trabajadores
excedentes de las empresas industriales y estatales del Estado.
Tenemos toda la economía del sector privado,
destinada a satisfacer la demanda de consumidores que no son productores.
Y esto contribuye a la patológica deformación
de la economía nacional sacudiendo periódicamente
el sistema monetario nacional.
Ahora bien, desproporcionado es la burocracia estatal
y la de sus corporaciones, pero pequeña en relación
con el número de dominicanos carentes de empleo.
La República tiene uno de los más
graves problemas de desempleo estructural de la América Latina,
probablemente el más grave.
El quid de la cuestión está en esto:
La población dominicana crece a un ritmo
de un tres y medio o cuatro por ciento anual. (Ni siquiera hay acuerdo
en esto).
Esto significa que probablemente todos los años
cien mil dominicanos entran en edad de trabajar, y sólo una
proporción muy pequeña consigue trabajo.
Entonces, nosotros podríamos describir la
actual estructura económica dominicana con el esquema siguiente:
Una base agraria estrecha y primitiva. (Esa base
agraria es la que hay que modernizar, transformar y diversificar).
Una superestructura estatal, paralítica
y de crecimiento patológico.
Un sector económico privado congestionado
de intermediarios.
Luego una inmensa masa urbana y rural al margen
de la actividad económica.
Esa masa crece año tras año, y pronto
será, si no lo es ya, la mayoría de los dominicanos.
Estos constituyen lo que el LISTIN DIARIO ha llamado
la Nación Sumergida. Lo que los sociólogos franceses
han llamado los marginados, término que han puesto de moda
en América los democratacristianos de Chile.
Tenemos el hecho dramático: la marginación
crece continuamente en la República Dominicana.
El problema es de toda la América Latina, pero en casi todos
los países de América ha habido una toma de conciencia
de ello, y se ha acometido la tarea de incorporar a los marginados
-la Nación Sumergida- a la dinámica de la sociedad
organizada y a la economía productiva.
Eso se está haciendo en Chile, en Perú,
en Venezuela y otros países.
En nuestro país ni siquiera ha habido una
toma de conciencia.
Se habla continuamente de "reformar las viejas
estructuras o de destruirlas".
Estas son frases del vocabulario político,
pero nadie ha tomado en serio hacer un análisis estructural
de la economía dominicana.
Tampoco ningún grupo político o escritor
de asuntos públicos ha dedicado dos párrafos al tremendo
problema del crecimiento de la población dominicana.
¿Cuál es el método de incorporar
rápidamente a los marginados a la estructura económica?
En todas partes, el Estado y las Corporaciones
Públicas son el instrumento de la Inversión Social.
Realizan lo que ahora se llama la Inversión
en Capital Humano. Esto es, hacer inversiones en la Educación,
con miras al Desarrollo, la Educación Tecnológica,
desde los niveles de adiestramiento laboral, agrario o urbano, hasta
la formación de científicos.
Realizan las inversiones en obras de infraestructura:
canales, caminos, centrales eléctricas, centros sanitarios.
El presupuesto dominicano ha ido mayormente a cubrir
los sueldos de una burocracia estéril y en constante negación
de servicios.
El Estado dominicano se ha tornado en aparato incompetente
para la magna tarea de incorporación de la nación
sumergida.
En todos los países civilizados, el presupuesto
estatal y de las corporaciones tiene también la tarea de
dar un marco de referencia a toda la economía.
Una de las misiones de la política fiscal
es alentar o disuadir, constreñir o estimular determinadas
actividades económicas.
Aquí el presupuesto estatal ha sido el generador
de las presiones inflacionarias dislocadoras de la economía.
Eso por un lado.
En todos los países interesados en su desarrollo, la actividad
económica privada, se articula con los requerimientos globales
de la economía. Su tarea es expandir las fronteras de la
producción.
Al igual que los políticos de todas clases,
los hombres de negocios no han adquirido la visión de la
estructura económica en que estamos situados y que reclama
con urgencia superar la marginación creciente.
Tal es la estructura económica dominicana
que actualmente de cada peso que recibe un dominicano 30 centavos
o más están destinados a pagar importaciones visibles
o invisibles.
Es decir que si el ingreso nacional aumentara 50
millones en 1966 y tal aumento representaría un incremento
per cápita bien inferior al de los países centroamericanos,
tendríamos que estar en condiciones de financiar importaciones
adicionales por valor de 15 millones de dólares.
Es decir tenemos que aumentar nuestras exportaciones
en 15 millones de dólares.
O eliminar, por producción interna, la necesidad
de esas importaciones.
O imponer restricciones más ásperas
todavía a las importaciones.
U obtener más dádivas o préstamos.
O, sencillamente, renunciar a defender la estabilidad
monetaria.
Si el país no ha hecho la paz consigo mismo,
para dar la batalla por su independencia y soberanía, en
gran parte se debe a que la marginación económica
ha creado amarguras y resentimientos, que ciegan la visión
de tantos dominicanos.
Sobre esa marginación económica,
está creciendo un sentimiento de marginación espiritual,
que es una de las grandes barreras para el acuerdo esencial entre
los dominicanos.
Nosotros creemos que señalar porque los
dominicanos no están unidos en hora de tanto infortunio,
es construir a la forja de su solidaridad.
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