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SERIE DE LAS PRIMERAS DAMAS
Asela Mera de Jorge: 'las primeras damas podemos ver cosas que los presidentes no ven'

Resalta que durante la administración del presidente Jorge Blanco se crearon las llamadas audiencias populares, para permitir que la gente del pueblo hablara con el gobernante. Ana Mitila Lora/Clave Digital


Espero y pido que Dios nunca permita que ningún Presidente tenga que pasar una situación igual que la de Salvador y su familia pasamos. Eso es lo que le pido a Dios para los Presidentes y sus Primeras Damas.
Clave Digital/Cesar de la Cruz

SANTO DOMINGO, DN.-La primera dama del cuatrienio 1982-1986, doña Asela Mera de Jorge, esposa del presidente Salvador Jorge Blanco, resaltó el papel que puede jugar la compañera del gobernante, señalándole cosas que suelen pasar desapercibidas para los hombres de Estado, debido a sus múltiples ocupaciones.

Relata que su estrecha colaboración con su esposo, de quien fue secretaria durante muchos años en la oficina privada, la llevó a mantenerse cerca del gobernante, para lo cual ocupó un despacho al lado del presidencial.

Explicó que por decisión de los dos, no quisieron que el presidente Jorge Blanco ocupara el despacho presidencial que habían usado el dictador Rafael Trujillo y el presidente Joaquín Balaguer, sino que habilitaron uno nuevo en la tercera planta del Palacio Nacional.

 

A continuación la entrevista:

Ana Mitila Lora: ¿Qué idea tenía sobre cuál era la función de una Primera Dama?

Respuesta: Realmente no tuve ninguna ilustración hasta que escogieron al profesor Juan Bosch como Presidente. Su esposa, Carmen Quidiello, hizo una gran labor, por poco tiempo, pero fue una gran labor. Doña Renée también hizo un buen trabajo.

Ya venía ese cambio de lo que era una Primera Dama. Porque antes ellas eran unas figuras muy a la sombra del Presidente, pero de ahí en adelante la labor de las primeras damas es primordial para todo Gobierno, no sólo aquí sino en todo el mundo.

La Primera Dama tiene el desafío de realizar una labor que beneficie a las personas necesitadas y todos aquellos que requieran de una ayuda gubernamental, la consiguen a través de la Primera Dama.

¿Contaba con una oficina o trabajaba en su propia casa? ¿Cómo era aquello en su tiempo?

Desde que me casé con Salvador me convertí en su secretaria particular. Estaba junto a él todo el tiempo en su ejercicio profesional, ya sea en su oficina o en los tribunales. Así cuando él ocupó la primera magistratura fui su secretaria particular. Su despacho y el mío estaban uno al lado del otro en la tercera planta del Palacio Nacional. Nunca utilizamos el que ocupaban Trujillo y Balaguer, en esa oficina lo que estuvo fue la secretaría administrativa de la Presidencia. Mi trabajo consistía en acompañarlo en todas las visitas que él hacía como Presidente de la República. Ayudaba y servía de enlace con todas esas instituciones de servicio voluntario que existían en esos momentos. Ayudamos de acuerdo a las disponibilidades porque fueron momentos muy precarios en nuestra nación por la mala situación en que Salvador recibió el Gobierno. Había pocas entradas, no se podía disponer de todo lo que uno quisiera, fueron momentos muy difíciles, pero ayudamos a todas esas instituciones en la medida de lo posible.

¿Fue idea suya colocar el despacho presidencial en la tercera planta?

Sí, si, y de las personas encargadas de la decoración y todo eso.

¿Esas ayudas se daban a través de la Presidencia o usted disponía de algún fondo?

Era una situación muy distinta a la actualidad. En aquellos momentos el Gobierno no tenía la cantidad de dinero que ahora se maneja por como se recibió de las administraciones anteriores, pero cuando una de esas instituciones solicitaba una ayuda especial para sus necesidades a favor de niños y ancianos, en la medida de lo posible se les ayudaba, pero sin suma fija ni nada de eso.

¿Cómo Primera Dama estaba atrapada por sus labores como secretaria del Presidente?

Teníamos una serie de secretarias. Mi función era muy particular. Le ayudaba en las cosas muy especiales, y recibía a los representantes de todas esas instituciones que nos visitaban y a las personas del interior que querían saludarnos.

¿Cómo lidiaba con la gente que buscaba empleos, un consulado, una contrata, o un pago del Gobierno a través de la Primera Dama?

Habían muchas peticiones, personas necesitadas que abundan en un pueblo pobre como el nuestro, pero las ayudas que se podían dar eran limitadas, pero hubo algo muy importante y es que en el gobierno de Salvador se crearon las Audiencias Populares. Los jueves Salvador recibía a todo el que quisiera ir a verle y pedirle. Eso fue de gran ayuda, porque muchas veces las personas no pueden hablar con el Presidente para exponer sus necesidades. Recibíamos muchas personas semanalmente y ayudábamos en la medida de las posibilidades.

¿Qué tipo de ayuda?

Que el techo de la casa se le cayó, que vino una brisa y no tenía con qué reponerlo. Eran problemas sencillos, pero si no había comunicación, nunca te hubieras enterado.

¿Las Audiencias Populares fueron idea suya?

La idea surgió entre los dos. Veíamos cuando visitábamos a algún pueblo o lugar, que las personas querían decirte algo, pero dentro de la multitud, entre la prisa y una cosa u otra, no teníamos la oportunidad de escucharlos. El Presidente convocaba a su gabinete y se habilitaba el primer piso del Palacio. Entonces se encargaba al titular de la secretaría correspondiente de atender la petición que se hiciera.

En esas audiencias, ¿participaba usted en su rol de primera dama?

Pues claro. Habían asuntos que estaba en mis manos resolverlas y las resolvía.

¿A qué llama los trabajos especiales que su esposo le encargaba?

Recibía a todas esas personas que dirigían instituciones de servicio voluntario que era casi a diario que iban, una tras otra, a solicitar ayuda para esto o para aquello y yo era la encargada de recibirlas, después de haber escuchado sus necesidades, si era necesario, pasábamos al despacho de Salvador. Yo era como el cedazo. Pasábamos a través de una puerta que conectaba ambos despachos.

A las primeras damas se les atribuye mucho poder, ¿era así?

Yo no le llamaría poder. Pero sí tenemos el sentido de ver algunas cosas que el hombre, por tener un cúmulo mayor de responsabilidades, no las percibe o no las ve. Nosotras sí tenemos la capacidad de decirle, de explicarle, que tal vez debería hacer más énfasis en tal o cual cosa, o que se fije en tal detalle.

Si percibía peligro de una situación o de una persona, ¿le advertía?

Sí, porque el bienestar del esposo conlleva el bienestar de la familia. Traté por lo menos de protegerlo, porque a veces no conseguía uno lo que uno quería, pero trataba, ese era uno de mis papeles…

Doña Renée Klang de Guzmán abominaba de la política, ¿a usted si le gustaba?

Me gustaba, y me gusta, porque eso no deja. (Orlando interviene y comenta, “ella me llama a preguntarme que cómo está la cosa, que cómo te fue en la reunión, que qué ha pasado”…)

¿Cómo se tradujo en su quehacer esa fascinación suya por la política?

A mí si me gusta la política, porque actuando en política puedes lograr, no siempre, que tal necesidad se resuelva para ayudar a tal sector, a todo el pueblo. Eso es lo que a mi me gusta, cuando sé que hay una necesidad poder hacer y esa fue una de mis labores. Hacer que a muchas personas se les hiciera posible recibir esas ayudas a través de la política.

¿Cómo impactó la política a su vida familiar?

Nosotros pasamos 9 años sin tener hijos. Eso nos unió mucho, todo lo que hacía uno lo hacía el otro. Ibamos a todo juntos. Eso fue una cosa que nos unió, después que nacieron los hijos continuamos lo mismo, porque ya era una costumbre. En el curso de la campaña me alejé un poco más de la casa, a veces pasábamos tres y cuatro días fuera, pero tuve la suerte de tener dos personas en mi casa que los cuidaban muy bien, y tenía a mi mamá y a la mamá de Salvador que les deban vueltas, iban todos los días, porque vivíamos cerca, cuando residíamos en Santiago.

¿Por qué no aceptó el cargo de presidenta de Conani?

Pensé que una primera dama no podía dedicarse a una sola labor. Tu tienes que ayudar, como lo hicimos con todas las instituciones de servicio voluntario, si me dedicaba a Conani no hubiera podido participar en otras iniciativas. Impulsé la creación de la Dirección de la Promoción de la Mujer, le di mucho apoyo. Martha Olga García fue su directora durante los cuatro años. También se creó la Dirección General de la Juventud, y el Instraw, el órgano de Naciones Unidas para la Mujer, se consiguió que República Dominicana fuera su sede. Consideró que esas instituciones fueron parte de mis aportes, o por lo menos, influí para que se crearan.

¿Tenía un círculo de amigas en quienes apoyarse?

Mi vida y mi tiempo giraban en torno a Salvador y mi familia. No puedo decir que tuviera un círculo de amiga. Estudié en el colegio Sagrado Corazón de Jesús, en Santiago, y allí habían muchachas de todo el país, por lo que se dificultaba mantener esas a amistades.

¿Cómo se convirtió en candidata a senadora por el Distrito Nacional?

Esto se presentó así, sin estarlo esperando, por mi afición a la política. Resultó que hubo complicaciones en el proceso de búsqueda de candidato a esa senaduría. Hubo un tranque. En esa época entre (José Francisco) Peña Gómez y (Jacobo) Majluta se presentaron ciertas diferencias en cuanto a la candidatura y a última hora Peña Gómez rechazó la candidatura a senador. Al presentarse eso a última hora, había que buscar a alguien que reuniera las condiciones para postularse para ocupar esa posición pero ya faltaban unas horas, entonces Salvador aceptó que fuera la candidata.

¿Quién la propuso? ¿A quién le surgió la idea de que usted fuera la candidata?

Ahora no lo recuerdo, pero creo que fue la directiva del partido, no se…

¿Sus relaciones con el partido eran buenas?

Muy buenas. Tenía contacto directo con toda la gente del partido, con todos. (El escritorio del presidente Salvador Jorge Blanco en el Palacio estaba flanqueado por dos banderas: la dominicana y la del PRD).

¿Los recibía en el Palacio?

Sí. Siempre celebrábamos reuniones con la directiva. Salvador tenía reuniones y yo asistía.

¿Cómo cayó su candidatura de última hora en el PRD? ¿Cómo se sintió?

Fue una experiencia buena (ríe), había que hacerlo, había que salvar al partido, sin candidato a última hora, había que salvar al PRD.

¿Hizo campaña? ¿Cómo fue aquello?

Hice campaña y todavía lo recordamos. Fue una campaña corta, día por día, apenas fue de 60 días. La senadora era arrastrada por el candidato presidencial que era Majluta, pero la candidata también hacía su campaña aparte. Fello (Suberví) era el candidato a síndico.

¿Qué recuerda de esa experiencia? ¿Valió la pena?

No me arrepiento. Valió la pena. Fue una satisfacción inmensa visitar una comunidad, tener un recibimiento con la gente volcada hacia mi, y todo el mundo en la calle. Eso no tiene precio.

¿Cuántos votos obtuvo?

Hubo un problema con las alianza, pero esa senaduría la gané, (su opositor era el reformista Jacinto Peynado), pero producto de las divergencias que existían en ese momento el Partido de La Estructura no apoyó en término de alianzas las candidaturas congresuales del PRD, por lo tanto esos votos en término de nivel congresual no se computaron y hubo una decisión de la JCE sobre ese caso.

¿Fue eso una traición de último momento?

La Estructura era un partido muy vinculado a Majluta, producto de toda esa situación, si bien es verdad que hubo diferencias en esos momentos ya todo eso es historia del pasado. (Orlando comenta que su mamá y doña Renée, “por diversas razones tenían tiempo, que las familias Guzmán y Jorge Blanco, no conversaban y producto de una relación que hice con Sonia Guzmán hace varios años ya esa es una situación superada felizmente, y con la familia Majluta, el tiempo se ha ido encargando de ir resolviendo muchas cosas y lo de (Andrés) Vanderhorst.

¿Qué provocó su alejamiento con los Guzmán?

Bueno, cuando la muerte de don Antonio y que Salvador era el candidato presidencial, eso trajo ciertas divergencias…. pero eso se ha superado completamente y con el mismo Van Der Horst también. (Estuve el pasado 4 de julio en la misa de don Antonio, fui a la casa de doña Renée y pasamos un rato muy bueno allá, en lo personal para mí era muy importante ese reencuentro, comenta Orlando). Para mí también. Somos personas que venimos de Santiago, que nos tratábamos muy bien, fue una gran satisfacción que eso volviera….También con el doctor Ramón Tapia Espinal, con quien hubo divergencias, él formó parte del equipo acusador, pero antes de esos episodios teníamos relaciones muy cordiales, pero como un año antes de él morir las relaciones se normalizaron. También con (Miguel Angel) Velásquez Mainardi, antes de él morir llamó a Orlando y dijo que quería un encuentro con Salvador y conmigo, y fuimos hasta su lecho, en la clínica….Nos pidieron perdón y los perdonamos. Balaguer también, pero no directamente…

Llegó el año 1986, llegaron las acusaciones y sometimientos. El tránsito del aplauso a la soledad del poder, ¿qué reflexiones le provoca?

Tu reflexionas y ves algunos comportamientos que en unos momentos de su vida tuvo el doctor Joaquín Balaguer y al pasarnos la situación que pasamos dolorosa, yo te diría que fue muy dolorosa, terriblemente dolorosa, para nosotros, para nuestros hijos, para toda la familia fue muy dolorosa, pero después de todo, de todo ese dolor, al tu ver que un juez o varios jueces que fueron los que decidieron emitieron su último veredicto sobre toda esta persecución, como realmente lo fue, una persona que se comporta de esa manera al último momento hay que perdonarla y eso fue lo que hicimos…

¿Perdonaron a Balaguer?

Sí.

¿Tuvieron algún contacto con Balaguer, similar al gesto de Velásquez Mainardi?

No lo tuvimos, pero aún así, nosotros lo perdonamos. No tuvimos contacto directamente pero nos consta que tanto al ex presidente Hipólito Mejía como al licenciado Hatuey De Camps les reveló su arrepentimiento de haber permitido que otros influyeran en lo que fue ese proceso…

¿Cómo se sintió cuándo usted asumió la defensa de su esposo en el tribunal estando en sillas de ruedas?

Fue una situación en la que no tuve más remedio que disponerme a defender a Salvador en ese momento porque el juez dijo que continuaba la audiencia en ausencia de nuestros abogados (Juan Manuel Pellerano Gómez, Virgilio Bello Rosa, Manolín Jiménez). Esa fue mi decisión. Solamente actué en una sola sesión cuando en protesta por la conducta del juez (Juan María Severino) los miembros de nuestra barra de defensa abandonaron el tribunal.

¿Qué aprendió de su tránsito como Primera Dama? ¿Un consejo para las futuras?

Espero y pido que Dios nunca permita que ningún Presidente tenga que pasar una situación igual que la de Salvador y su familia pasamos. Eso es lo que le pido a Dios para los Presidentes y sus Primeras Damas.

Cuando todo marcha bien se recibe el aplauso de la gente, cuando se cae en desgracia esos mismos abandonan la escena, ¿Cuál fue su experiencia?

Aquí en nuestro país generalmente pasa cuando una persona que ha sido Presidente de la República va a dejar esa alta magistratura, pues los que son (amigos) por conveniencia y algunas veces los que son amigos y lo demuestran, se alejan de esas personas y es una experiencia que la tenemos aquí en muchos casos. Lo que yo si le pediría a esas personas que actúan en esa forma es que lo piensen bien y que no echen a perder su forma de ser por una actuación momentánea, de pura conveniencia…

¿Y a las Primeras Damas que les diría?

A las Primeras Damas, no a las que hemos sido, a las porvenir, que cuando tengan esa posición que traten de darle apoyo a las actuaciones de sus esposos y que traten de ser en la medida de lo posible orientadoras en sus actuaciones porque como decíamos hace un rato, no es que tu seas el poder detrás del trono, sino que cuando esté a su alcance poder expresarle a tu esposo cuál sería la mejor forma de tomar decisiones que van a afectar a algún sector de la población, o van a afectar a familias y a cualquier personas, que lo piensen bien antes de actuar.