Inextinguible
Luz
Dos nombres, dos
reflejos, dos focos de luz inextinguible: Uno es Jesús… Y el otro ¿Cuál
puede ser sino el de Maria, la llena de gracias, la rica
de amores divinos? Compasión es amor, y tu Madre
eres compasiva y amante. Consolar es amar, y nadie como
tu para consolar amando. Jesús y Maria, nombres
que han de repetir mis labios (¿mi alma?) Si el
poeta se preguntaba: “¿A mi tumba quien vendrá a
llorar?” yo me pregunto: ¿Quién abrirá las
hojas de este libro realizado por el Amor y para el Amor?
Tu que te conturbas contemplando el jardín huérfano
de jardinero; que despiertas al crepúsculo de la
mañana y quieres detener la luz del mortecino crepúsculo
de la tarde, oye, piadoso, a esta indigente, que ni siquiera
puede ofrecerte el menguado óbolo de la viuda.
¿Mi ruego? El de cada día: Haz que para
siempre viva yo arrimada a tu Corazón. Alma mía,
se arriesgada. Arrójate a las profundas aguas del
amor. Entra en la inefable soledad donde se escuchan palabras
celestiales. Sumérgete en el secreto del Corazón
de Cristo; mira de frente la luz de su rostro que aniquila
todo lo que no es Dios.
Ahora saber que
es aborrecer la propia alma, para salvarla; ahora saber
que el amor cristiano trasciende toda filosofía.
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