Escritos
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Condecoración Iglesia y Pontífice

Honrar a la esclava inútil ¿no será acercarse ala frontera de la injusticia? Que me permitan las dignidades de la Iglesia aquí presentes, que intente desagraviar al Dueño y Señor, mientras inquiero si será esta su postrera llamada. Me siento lanzada hacia una extraña esfera y gime en mi un amor vacilante que me aflige en su incapacidad de levantarme para ir resueltamente a la cita de Aquel que habrá de llenar los vacíos y poblar la soledad. Atráeme, Señor, con tu atracción irresistible.

¡Qué pálida, que desvaída esta mi comprensión de Cristo y de la piedad maternal de la Iglesia es también Cristo. Cristo más Cristo cuyo amor nos envuelve. Manifiéstate, Señor en plenitud de vida y de verdad, antes que el tiempo me aniquile y yo no tenga ruego con qué llamarte. Ven a mi, Belleza irresistible. Rectifica mi voluntad, débil para perseverar en tu amor, y diligente para adherirse al vacío que nada contiene. Haz pedazos mi enferma imaginación que finge obstáculos que me alejan de Ti.

Pon tus palabras en mi boca para que aprenda a alabarte, para que sepa fundirme en Ti.

Muéstranos tu misterio inefable. Has tu obra en mi, sin reparar en el óbolo de mi indigencia. Alléganos a tu corazón. Identifica nuestro querer con tu querer. Y para que sepamos amarte, vuelca en nosotros con el don precioso de tu amor, un profundo sentido de Iglesia.

 

 

 


 

 

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