Escritos
Escritos de y sobre Cardenal Octavio Antonio Beras Rojas
(Disponibles en Texto Completo)

 

En el homenaje de los seibanos con motivo de su cardenalato
19 de octubre de 1976.


Palabras del Señor
Cardenal Octavio Antonio Beras Rojas,
En el homenaje que le ofrecieron los seibanos
el día 16 de octubre 1976.
Amigos todos

No voy a hacer un discurso.

Voy solo a exteriorizar ante ustedes, cordialmente, un puñado de sentimientos íntimos de mi espíritu.

Un amor, inmerecido por mi parte, ha hecho florecer últimamente, con ocasión de mi Cardenalato, elogios significativos hacia mi persona. Lo bello y consolador para mi no es el elogio sino el afecto, de donde ha brotado y al que, por ser afecto, perdono se muestre mentiroso o exagerado. La nobleza, que el amor implica, a quien engrandece siempre, es a la persona que la posee y cultiva. Mi felicitación, pues, al Dr. Goico Castro por todo lo que ha dicho y a todos ustedes, los presentes y ausentes. Y que esa llama, lo más divino en el arcano del hombre, por nada ni nadie se apague.

Se me ha vuelto a recordar mi sacerdocio y mi empeño de ser fiel a él. Es el mejor servicio que este humilde “Pastor” ha podido hacer por todos ustedes y por su patria, y es el que claramente sentí que Dios pedía de mí. En el origen de mi vocación sacerdotal estuvo presente la escasez de sacerdotes dominicanos en nuestra patria. Dios, cuando se apodera de alguien, hace de un perverso un ángel, de un pecador un santo, de un esclavo un Señor, de un débil un fuerte, de un pusilánime un héroe, de un pigmeo un gigante, de un fogonazo efímero una llamarada eterna. ¿Puede haber, según esto, algo más bello y consolador que ser uno PORTADOR DE DIOS a los hombres? Ese Dios, que en el misterio inefable de la donación de si mismo a la humanidad, es para el hombre verdad y sabiduría, temple y fortaleza, justicia y amor, paz y gozo, soplo y arrebato, río y torrentera, rocío y aluvión, estrella y constelación, brisa, viento y huracán.

“A-Dios, Amor” – dice la vida-.
“ A-Dios, mi vida”
a la vida, al pasar, dice el Amor.
“ A-Dios”. “A-Dios”, así nos despedimos,
de Dios venimos.
“ Vamos a Dios” (que dijo Don Miguel de Unamuno)

Se ha hablado hoy aquí de mi bondad. Fue la lección continuada de Dios hecho hombre. El evangelista sintetizo la vida de Cristo diciendo “pertansiit benefaciendo”, “paso haciendo bien”. En un medio como el nuestro, donde la adversidad, la dificultad y el dolor se hacen omnipotentes en los individuos, en los grupos y en la nación entera y que invade toda nuestra historia, nada más necesario que una bondad sin límites, sincera y cordial, que restañe llagas, mitigue heridas y aliente espíritus. Somos un pueblo golpeado por la contrariedad y la desventura y endurecido en ella, pero, al mismo tiempo delicadamente sensible y emotivo que necesitamos y agradecemos la comprensión y la compasión, los buenos sentimientos y el cariño mutuo, las palabras delicadas y las obras generosas. La agresión de fuera nos ha unido históricamente contra ella dentro pero esta unión no nos ha librado de divisiones internas y antagonismos diversos que solo la nobleza y la bondad mutua nos lo harán superar. Con un amor fuerte, basado en la paternidad divina y en la fraternidad humana en Cristo, nos será fácil encontrar los caminos de la verdad, de la justicia y de la equidad – precio de la paz- imprescindibles para construir la nueva patria que todos anhelamos y queremos. Una patria, como la soñó nuestro Apóstol Duarte y la peleó la vencedora espada de nuestro titánico Santana, en la que todos sus hijos sean y sientan hermanos y soberanos sin recortamiento de medios ni derecha.

De modos diversos – explícitos e implícitos- ha aleteado, esta noche, varias veces, el recuerdo de mis progenitores. Me ha sacudido satisfecho ese recuerdo. De ellos recibí las esencias mejores de esta tierra bendita de quisqueya, aprendí la seriedad y el realismo en la vida, la sobriedad y la entereza, el amor y la entrega a la defensa incondicional de la dignidad y soberanía patria y el rechazo de toda subordinación o humillación nacional. Todo ello tan nuestro como nuestros mares, nuestros valles, y nuestros montes, y espina dorsal de nuestras gestas desde Enriquillo – el rebelde indomable- hasta nuestros días.

En mi madre aprendí a amar a Dios a través de los hombres y de la naturaleza con sencillez y ternura franciscana, que es un modo dominicanísimo de amar a Dios. San Francisco de Asís fue su amor, su ejemplo y su maestro. El la hizo mansa y apacible, afanosa y entregada, contemplativa y gozosa, halladora de Dios en el corazón de los hombres y en el primor y la belleza de lo grande y pequeño de la creación. La religiosidad popular nuestra es así: profundamente franciscana, dialogo terso y llano con Dios a través del acogimiento y cariño al otro y a través del embelesamiento y contacto directo con la naturaleza.

Ella fraguó en mí un modo de ser y de reaccionar espiritualmente que es no solamente mío sino vuestro, aptísimo, por otra parte, para nuevos estilos en esa misma religiosidad, que han surgido auténticamente en la Iglesia de hoy t en la sociedad moderna y nueva. Por todo esto siempre me ha sentido muy vuestro y a vosotros os he percibido como algo muy propio.

Como San Pablo a los suyos yo os tengo que decir: “Vos estis gaudium et corona mea”, “Vosotros sois mi gozo y mi corona”.
Termino. Muerto el celebre pensador Unamuno, encontraron en su cartera unos excepcionales versos con una advertencia: “Para mi tumba”. Hoy los podemos leer en el camposanto de su adorada Salamanca:

Méteme, Padre Eterno, en tu pecho,
misterioso hogar,
Dormiré allí pues vengo deshecho
de tanto bregar.

Permitidme adelantar aquí, en esta noche de amistad y cordialidad, lo principal de mi testamento. Me gustaría que en mi timba se grabase esta sola inscripción: “Aquí yace un seibano que quiso ser sacerdote, sacerdote siempre, sacerdote en todo”.


Muchas gracias.