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La Democracia: Algunas Reflexiones

Por: Mu-kien Adriana Sang


"La democracia tiene por fin principal, asegurar la
igualdad no sólo de los derechos sino también de las posibilidades".

Alain Tourraine, Qué es democracia?

El clima electoral se respira por todas partes. Ya se sienten los aprestos de los grupos políticos para la definición de sus alianzas, en pos de aumentar el caudal de electores que les aseguren el triunfo electoral. Oportuno es el momento para propiciar una reflexión que permita trascender lo meramente coyuntural. Sacudir esa algarabía y embriaguez ficticia y superficial de un convulsionado proceso político cuyo objeto principal es la oferta-venta de un candidato y sus múltiples promesas de transformaciones, a cambio de la compra de nuestras ilusiones por el valor de un voto.

Durante más de cuatro décadas América Latina ha tenido que transitar por caminos contradictorios y abruptos: terribles gobiernos represivos y autoritarios, múltiples y variados enfrentamientos sociales y revoluciones inusitadas que no han podido reportar los frutos esperados; muy al contrario, degeneraron a su vez en regímenes negadores de al libertad que tanto aspiraban. Hemos sido herederos de una tradición centralista, en forma y contenido, portadoras de un peso histórico manchado de sangre y opresión.

Una esperanza aparece en el horizonte, los países latinoamericanos claman, clamamos, pro la libertad y la democracia. ¿Cómo no demandar a gritos la libertad, la democracia, la limitación del poder del estado, la aplicación definitiva de un Estado de Derecho, pero sobre todo del respeto a la vida? ¿Cómo no clamar por la creación de un orden social donde prime la justicia, después de más de cien años de regímenes totalitarios? Así pues, el grito por la democracia, la justicia y la participación es justo y muy fácilmente entendible.

Defiendo, por convencimiento profundo, que la libertad política y social es la esencia de la convivencia humana. Una convivencia que debe enmarcarse en los parámetros de la democracia, que nos permita la construcción de una sociedad nueva que implique la abolición de todas las formas de dominación. Creo, y así lo proclamo, que el objetivo esencial de la democracia debe ser el de permitir que los individuos y los grupos puedan convertirse en sujetos libres, constructores de su historia personal y de la historia colectiva, pues ambos estadios, unidos y diferenciados, facilitarán la construcción de esa identidad particular y de esa identidad colectiva, como partes esenciales de la vida.

Convencida estoy, aunque tengamos que esperar cien años para su materialización, que el papel principal del fortalecimiento de la democracia está en nosotros mismos, en todos los hombres y mujeres que componen la comunidad, y no como se creía, y creen algunos, que el rol principal está en los privilegiados, aquellos que se autodenominan "las vanguardias del proceso". Esta afirmación implica, necesariamente, que la democracia es más que un conjunto de normas, instituciones y procedimientos, pues, así entendida, la democracia es cultura crítica en contra de los valores aprendidos del autoritarismo y la exclusión.

La fuerza principal de la democracia, inspiración de muchos, nació de esta voluntad enraizada en hombres y mujeres, que en su época definieron su utopía, el reto de su momento: destruir esa sociedad tradicional que los vejaba y excluía para inventar y construir una nueva, que fuera su propia negación.

La democracia de hoy es adversaria a cualquier recurso de totalidad, autoritarismo y de esa representatividad que en su nombre se han cometido tantos horrores. La democracia que debemos propiciar tiene que sustentarse en la libertad creadora, de manera tal que permita a los sujeto sociales convertirse en verdaderos artífices de su propia historia.

A veces tengo temor si lo que ha triunfado en el mundo no es democracia, sino pura y simplemente una economía de mercado, que en su procura por disminuir la intervención del Estado, incentiva la democracia, pero que en definitiva lo único que hace es posibilitar aún más la dominación y control de los de siempre.

Igualdad y libertad, fueron las claves mágicas del siglo XVIII, cuando ese puñado de hombres y mujeres se impusieron la tarea de destruir el antiguo régimen. Hoy esas mismas palabras junto a la de democracia, se han convertido nuevamente en las banderas de un nuevo, pero viejo, casi centenario, discurso. Necesitamos dar vida, fuerza y pasión a la democracia, pero bajo nuevos parámetros y nuevas concepciones. He aquí algunas ideas que resumen esta reflexión dispersa, pero sincera, que he querido proponerles:

La nueva concepción de la democracia busca el reconocimiento del otro.

La nueva concepción de la democracia propicia el lugar del diálogo y la comunicación.

La nueva concepción de la democracia busca caminos viables y confiables para el reconocimiento, acercamiento, la organización y recomposición e esos elementos que hace poco tiempo estuvieron separados y enfrentados. No es el simple consenso por el consenso, es aceptar las diferencias, buscando las convergencias.

La nueva concepción de la democracia es la que propicia la mirada conjunta hacia el futuro, tratando de que su construcción sea la expresión de todos y cada uno de los hombres y mujeres que componen la sociedad.

La nueva concepción de la democracia es negadora de la vieja convicción excluyente y limitada que veía su consolidación dentro del estrecho marco de la normativa.

La nueva concepción de la democracia sabe poner resistencia la poder autoritario y unipersonal.

Ojalá alguno de nuestros candidatos se adhieran a esta reflexión. a nosotros los miembros de la sociedad civil, nos queda demandar por una forma nueva y diferente de hacer, sentir y concebir esta política sucia que hemos estado viviendo por tantos años y tantas décadas.